Por tu Forma de Ser

 

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Introduction

—No planeo repetir la historia completa una vez más, estoy harta —hablé apenas escuché la puerta abrirse.

—Sería más fácil si no contaras distintas versiones a cada persona que te lo pregunta —me contesto la muchacha con paciencia mientras se sentaba en la silla al lado de mi cama.

—Sería más fácil si no me preguntaran.

Fijé mi mirada en el cielo grisáceo de afuera, llovería pronto. Estos eran mis días favoritos, pero el sonido de la máquina que monitoreaba mi corazón me regresaba a la realidad cada segundo.

—¿Por qué no intentas dejar atrás esa coraza? Volver a ser esa chica que todos conocieron, ¿es que acaso no lo extrañas?

Los ojos me picaban demasiado, pero no lloraría enfrente de nadie.

—La chica que ellos conocieron ya no está. Me cansé de ser la que siempre se preocupa por los demás. Ayude a todos y cada uno cuando más lo necesito, ¿y ahora? Llevo dos semanas en el hospital y nadie ha venido a visitarme. ¿Para qué volver a ser esa chica rodeada de hipócritas?

—Las cosas están difíciles últimamente Zafiro, sólo necesitas cambiar...

—¿Por qué? -la corté fríamente— ¿Porque estoy fichada en la policía? ¿Porque soy una "fugitiva de la ley" como me han apodado en los periódicos? ¿Porque me he quedado paralítica? Dígame, ¿de qué me sirve cambiar si nada de lo que haga ahora borrará mi pasado? Nadie quiere verme a la cara porque piensan que los rumores son ciertos, que la que causo daño fui yo. No soy la víctima, pero tampoco me llevo el crédito yo sola, y eso es lo que nadie quiere ver. He sufrido demasiado y nada de eso me hace querer cambiar.

—Sufrir no te hace cambiar, el darte cuenta que hay algo mejor si lo hace.

—¿Y qué hay de mejor ahora, si se puede saber? —Las lágrimas comenzaron a salir poco a poco— estoy asustada por que ya no hay más cosas por hacer.

—No te puedes dar por vencida tan fácil...

—¿Fácil? Usted no sabe por lo que he pasado, nada de esto ha sido fácil, si yo me quiero rendir ahora, lo haré, porque quiero y porque puedo, hay cosas que simplemente ya no las puedo remediar, ya no planeo sufrir más por ello. Tú no me conoces del todo, y nunca lo harás —susurré, pero esto último no iba dirigido a ella.

Se quedó varios minutos callada, finalmente sacó el micrófono de su bolsa y lo apagó bajo mi atenta mirada.

—¿Y no te interesa al menos limpiar tu nombre? Hacerles ver lo equivocados que estaban.

Me lo pensé un momento, pero luego negué con la cabeza.

—Como ya dije antes, nada de lo que haga o diga ahora cambiará el pasado, ni la manera en la que todos pensaran de mí.

—Al menos podrías intentarlo.

La miré fijamente.

Quizá ya nada podría cambiar lo que él hizo, pero al menos sería castigado esta vez.

Moriría pronto. Lo sabía. Yo moriría y la vida de los demás seguiría. La vida de él seguiría. Me aseguraría de hacerlo pagar al menos una vez.

—Enciende la grabadora, por que será la única vez que diré la verdad.

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Chapter 1

Subí el volumen de la radio en cuanto sonó mi canción favorita. El vidrio lo tenía a la mitad, dejando que el aire que se filtraba intentara despeinar mi trenza francesa. El sol me caía en la cara, así que me acomodé mis enormes gafas de sol. Aproveché que la calle estaba casi desierta para aumentar la velocidad.

En ese momento sentía como si estuviera otra vez en el verano.

Tenía la sensación de estar conduciendo nuevamente en la carretera hacia Baja California Sur. Podía sentir el viento húmedo acariciando mi cara, recordando a la perfección las pésimas entonaciones de mis amigas al cantar a todo pulmón la misma canción.

Saqué mi brazo por la ventana haciendo ligeras ondas con este a la par del viento, al igual que en recuerdo.

Pero la voz de Esteban me sacó de mi ensoñación.

—¡Zafiro, para!

Pisé el freno a fondo.

El cinturón de seguridad me cortó la respiración mientras mis gafas salían volando hasta chocar con el parabrisas.

Volví a chocar con el respaldo del asiento y esta vez fue la cabeza la que lo resintió, dejándome atarantada por unos segundos.

Lentamente volvía a abrir los ojos y lo primero que divisé fue una motocicleta negra tirada a un par de metros de distancia, la pintura había marcado el recorrido de la moto en el pavimento.

—¡Mierda!

Me deshice como pude del cinturón de seguridad y abrí rápidamente la puerta. Al revisar el frente del carro vi marcas de pintura negra en el parachoques, que estaba un poco hundido.

—¡Grandísima mierda!

Me sorprendí al comprender que esa no era mi voz.

Un muchacho castaño bajó rápidamente las escaleras de su casa mientras se quitaba la chamarra, apretándola en una enorme bola de tela y arrojándola al pasto mientras cruzaba la calle hasta llegar a la moto.

Al llegar hasta ella, la levantó con cuidado, inspeccionando los muchos daños que tenía mientras se jalaba el cabello, exasperado, para luego buscar con su oscura mirada al culpable, quien por supuesto, tenía que ser yo.

—¡Tú!

Avanzó a grandes zancadas para llegar hasta a mí, pero Esteban se interpuso dándole un ligero empujón en el pecho antes de que llegara siquiera a un metro de mí.

—No estorbes, niño idiota, esto es entre ella y yo, ¿o acaso eras tú el conductor del carro? —Dijo tronándose los dedos mirándolo desafiadoramente.

—No.

—Sí —contestamos Estaban y yo al unísono.

—No —reafirmé. Empujé el hombro de mi amigo para apartarlo lo suficiente— era yo. Pagaré por los daños.

—¿Pagarás? —el tono que utilizó me confundió. Me encogí de hombros simplemente, pero supe que fue una mala decisión en cuanto sus ojos se inyectaron aún más de ira— ¡¿Pagarás?! ¡Como si un par de centavos reconstruyeran los meses que le dediqué!

—No lo hará —contesté lo más calmada que pude— pero tendrás el financiamiento justo para hacerle lo que le tengas que hacer. Lo siento, pero no puedo ofrecer más. —Crucé los brazos bajo mi pecho mirándolo fijamente.

—Princesita —oh, él no acaba de decir eso— no te intentes hacer la dura conmigo, primor, porque no te queda -acabó mientras jugueteaba con mi despeinada trenza.

Estaba a punto de soltarle un rodillazo en la entrepierna cuando Esteban se interpuso de nuevo entre los dos.

—No la toques —tenía la mandíbula apretada, y las venas del brazo le saltaron en cuanto apartó la mano del muchacho de mi cabello.

—Te demandaré entonces.

—Es menor de edad.

—Deja de defender a la princesita, si tan ruda se cree, que se defienda ella sola —y se safó del agarre de Esteban.

—Te he dicho que pagaré los daños, solo dime la cifra.

—Dinero —rió irónicamente— eso es justo lo que me sobra.

—Deja de alardear y ve al grano.

—Tú me ayudarás a reconstruir la motocicleta, TÚ —repitió más alto mientras fijaba su mirada en Esteban— no quiero que venga tu representante, te quiero a ti.

—De acuerdo —contesté simplemente.

Nos miramos fijamente por unos segundos que parecieron eternidades.

Tomé la muñeca de Esteban y la jalé un poco, indicándole que ya nos íbamos.

Finalmente rompí el contacto visual con el muchacho y caminé a un lado de Esteban de regreso al coche.

Cuando me subí al coche y aprecié un poco más el panorama, noté que varios vecinos y jóvenes que habían salido de la misma casa que él, nos miraban seriamente. Quien sabe cuánto tiempo habrán estado allí, pero al ver la cara de suficiencia del tipo, supuse que él si lo sabía y que eso era justo lo que buscaba.

Arranqué y salí de la calle con toda la dignidad que pude mientras me volvía a colocar las gafas. Avanzamos varias calles en completo silencio, pero en el primer alto, Esteban por fin comenzó a hablar, mirándome a los ojos para tratar de enfatizar lo que iba a decir.

—¿Es en serio Zafiro? ¿Balton Woodly? ¿Es que no se te ocurrió alguien mejor para enfadar?

—Ni siquiera sabía quién eran y tampoco es como que me importe.

—Pues te va a importar ahora que te has sentenciado a ti sola —el verde se volvió a poner— en serio no puedo creer que hayas sido tan tonta como para ponerte a la defensiva con él. ¿Es que no tienes sentido de supervivencia o qué? —Realmente estaba enfadado.

Yo solo seguí conduciendo en silencio el resto del camino, pensando en cómo rayos le haría para la reparación de la moto.

Cuando estacioné el carro fuera de mi casa, Esteban se bajó de éste apenas apagué el motor.

Creí que me esperaría y seguiría discutiendo conmigo el asunto de la motocicleta, pero para mi sorpresa, cuando me bajé del auto la calle estaba desierta.

Aproveché que mis padres aún no llegaban y me puse a limpiar la pintura negra del parachoques lo más que pude. Por suerte, en un par de horas la pintura se había removido por completo, pero el frente seguía hundido.

Eran pasadas de las ocho, así que cuando mis padres llegaran no notarían nada y me salvaría por hoy, pero mañana en la mañana el golpe sería plenamente visible.

Regresé todas las cosas a su lugar y me encerré en mi cuarto escuchando música, preparándome para la patada en el trasero que me darían al día siguiente.

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Chapter 2

—Hola guapa.

—Hola sexy.

Esteban pasó su brazo por mi cintura y besó mi frente mientras se unía a la caminata conmigo.

Apenas atravesamos las puertas de instituto, todas las miradas estuvieron sobre nosotros.

Así era siempre, nunca hablábamos con nadie en el instituto que no estuviera dentro de nuestro grupo muy cerrado de amigos, nunca hacíamos nada para sobresalir, y sin embargo siempre lo hacíamos.

La mayoría de las personas que nos veían caminar eran chicas, más de la mitad de ellas eran de primer grado.

Su mirada variaba del deslumbramiento con Esteban, a la envidia, completamente irrazonable, conmigo.

Más de la mitad del instituto creía que estábamos juntos, pero la verdad es que no estábamos interesados en el otro, simple y sencillamente éramos amigos, más cariñosos que la mayoría.

—¿Qué tal te fue Ro?

—Lo de siempre, trabajo, trabajo y más trabajo -me tallé los ojos con sueño— ¿podríamos pasar por un helado?

Esteban se rió mientras abría la puerta para mí y aventaba mi mochila a la parte trasera del coche.

—Podríamos, pero tienes que ir con Woodley, y ya vamos tarde.

Cerró la puerta y empezó a rodear el carro por el lado delantero mientas me miraba con una sonrisa juguetona en la cara.

Lo seguí con la vista a través del parabrisas e hice el mejor puchero que tenía y él se rió un poco más.

Unos de sus compañeros lo interceptaron en el trayecto y comenzaron una amena plática.

Rodé los ojos mientras sacaba mi celular, tenía un nuevo mensaje.

BW: No vengas esta tarde.

Le sonreí a la pantalla.

Habían pasado tres días desde el incidente con la motocicleta, y era el primer día en el que no tendría que ir a casa de Balton para pasar unas interminables dos horas enteras, en lo que lo único que él haría sería reparar la motocicleta él solo, sin dejarme ponerle un dedo encima.

—¿Y esa sonrisa? —Esteban me mira confundido apenas entra en el carro.

Se despide con un par de señas con sus amigos mientras arranca el motor.

—Hoy no tendré que ir a la casa de Balton —digo saltando en mi lugar mientras le muestro la pantalla de mi celular.

La cara se le ilumina mientras me sonríe abiertamente— ¿Eso significa que estarás libre esta tarde?

Asiento con la cabeza y me tiro contra el asiento, riendo como loca.

En el camino nos contamos el uno al otro el día que tuvimos, payaseando y soltando bromas tontas al aire.

—¿Así que eres el único soltero de tus amigos? —Pregunto en cuanto ambos estamos fuera del carro.

Habíamos llegado a la cafetería BreathCoff, la cafetería más popular del momento.

—En realidad... no creo que eso dure por mucho tiempo.

Pasa un brazo encima de mis hombros y avanzamos con paso lento hasta la entrada de la cafetería.

—Está esta chica... Leah, ella es... —suspira— ni siquiera sé como describirla. Es la hermana menor de Zack. La conocí la semana pasada. Estaba sentada en las gradas, mirando el partido de entrenamiento que teníamos, cuando Rafa le lanzó un balonazo a su hermano en plena cara. Entonces ella explotó gritando un montón de improperios contra Rafa... incluso le lanzó una lata de Coca-Cola a medio tomar a la cara. Todo el refresco le salpicó el uniforme a él y los que estábamos cerca —todo lo dijo con una enorme sonrisa y mirando soñadoramente a la nada. Estaba completamente embrujado por ella.

—Suena encantadora la mujer —esa simple frase derramaba una cantidad sorprendente de sarcasmo, pero al mismo tiempo de ternura.

—Y eso no fue lo mejor.

Justo en ese momento llega la camarera a tomarnos la orden, pero reanudamos rápidamente la charla.

—El entrenador se enfadó bastante con ella...

—Por razones más que justificadas —río abiertamente, pero Esteban me ignora

—Así que el entrenador empezó a molestar con el silbato, como lo hace siempre, ella se molestó aún más, gritándole que tenía que hacer algo por su hermano, que aún se retorcía en el césped, pero como el entrenador no hizo nada, ella sin más ni más saltó la cerca y se le lanzó al entrenador —lo último apenas y se le entendió, por que por más que ambos intentamos contener la carcajada, ninguno pudo hacerlo por completo, distorsionando el discurso— resultó que era tan débil como lo aparentaba. Derribó al entrenador, pero a lo que ella llamaba golpes, solo le causaron cosquillas al entrenador.

—¡Encantadora! ¡No puedo esperar a conocerla! —Los clientes de otras mesas volteaban a vernos sin discreción alguna, pero simplemente no podíamos parar de reír.

Nos calmamos un poco cuando nuestros pedidos llegaron a la mesa.

Comencé a tomarme mi café helado mientras Esteban se levantaba a saludar a algunos amigos suyos que al parecer iban de salida.

A veces envidiaba que de los dos él fuera el más sociable, porque la que se quedaba de lado siempre era yo, mientras él no podía ir a ninguna parte sin conocer al menos a cinco personas, que le presentarían a otras veinte.

Volteé un par de veces en su dirección, pero al ver que tardaría demasiado, empecé a juguetear con mi celular.

Tenía tres nuevos mensajes de Rebecca, siete de Ismael y doce notificaciones nuevas de Instagram.

Miré una vez más a Esteban antes de comenzar a contestar los mensajes con toda la paciencia que pude encontrar.

Rebecca solo preguntó por un par de tareas, nada estresante, mientras que Ismael me mandó extensos mensajes de lo que parecía ser una declaración de amor -bastante mal hecha, para ser honesta-.

Con un resoplido, dejé caer mi cabeza hacia delante, chocando con mi brazo derecho.

Ahora el mensaje marcaría como leído, así que era mi responsabilidad contestar.

Encima, Ismael había estado platicando demasiado con Esteban, lo que significaba que no lo podría batear como usualmente haría.

Tendría que poner una excusa creíble, una que la gran bocota de Esteban no pudiera echar de cabeza por accidente.

Me tomó aproximadamente diez minutos escribir lo que yo llamaría la historia perfecta. Un típico "mandar a la mierda sutilmente".

Apenas lo envié, el mensaje ya había sido leído, y Facebook no mentía cuando decía que Ismael estaba escribiendo de vuelta, así que salí de la aplicación de inmediato.

Mi corazón latía ligeramente más rápido por la sorpresa, pero en cuanto el celular mandó la notificación del nuevo mensaje, mi ritmo cardiaco se volvió desembocado, sentía que mi corazón saltaría fuera de mi pecho en cualquier segundo.

Tenía la sensación de que todas las personas dentro del local eran capaces de escuchar los latidos de mi corazón, y que todos eran espectadores del jitomate que era mi cara justo en este momento.

Pero sentí un enorme alivio al ver que en realidad nadie lo había notado.

Volteé una vez más hacia atrás, y tal cual pensé, Esteban seguía entretenido bromeando con sus amigos.

Desbloqueé mi celular, haciendo caso omiso del texto, y saliendo de la aplicación para entrar a la cámara.

Haría lo que hacía siempre cuando me aburría, me tomaría un par de fotos y las mejores las subiría a cualquier red social que se me ocurriera en ese momento.

Trágico, lo sé, pero no tenía nada más que hacer.

Estiré mi brazo a lo largo de la mesa, comenzando a posar mientras la cámara se abría.

Como siempre, la cámara apuntaba al otro lado de donde estaba, estaba a punto de cambiarla a la cámara frontal cuando me percato de una mirada dentro de la pantalla.

A través de la pantalla, en medio del gentío, una muchacha miraba fijamente en mi dirección. Estaba sentada en una de las mesas del fondo, con un café aún humeante entre las manos y una cajetilla de cigarros a un lado. Su cabello de un rojo desteñido estaba atado en una desordenada coleta alta. Gruesos mechones disparejos enmarcaban su cara pálida y delgaducha. Tenía unos grandes ojos azules con venas demasiado llamativas en ellos, su mirada era apagada y lastimera. Debajo de sus ojos había unas enormes ojeras moradas, su nariz aguileña estaba roja, y cuando le dio un sorbo a su café, grandes dientes amarillentos se asomaron de entre sus labios.

Hice zoom en su imagen para seguir observándola, pero entonces ella bajó el vaso y me sonrió abiertamente, levantando un poco el vaso en mi dirección, como si fuese un brindis.

Asustada hasta la mierda, bloqueé el celular y lo guardé, encogiéndome en mi lugar y con la cara palpitante de tanta sangre acumulada.

—¿Qué ocurre?

La voz de Esteban me hace saltar en mi lugar, pero luego recobro la compostura.

—Nada, es solo que... —volteo una vez más hacia e lugar donde estaba la chica, pero ésta había desaparecido— nada.

—Zafiro, estas pálida, ¿qué sucedió?

—Que nada —le di un trago a mi café para restarle importancia— solo que te tardaste mucho, pero vamos, continua con tu historia, ¿qué más ha pasado con Leah?

—Esa chica es un ángel, y por supuesto —se recuesta en su silla mientras jala ligeramente el cuello de su chaqueta, haciéndose el galán— ya se muere por mí.

—¿Se muere del susto de tener que ver tu cara? —Me burlo dándole el último sorbo a mi bebida.

—Ja, ja, mira como me retuerzo de la risa —me lanza una mirada asesina, pero vuelve a su modo-galán— claro que no, hemos estado viéndonos casi a diario después de los entrenamientos, saldremos el próximo miércoles.

—¿Pasado mañana?

—Exacto —me guiña el ojo y se empina su vaso hasta tomarse la última gota— deséame suerte, como sea, Javier me ha invitado a una fiesta en la casa de Sabrina, ¿vamos?

—¿Sabrina? —Pregunto extrañada, no conocía a ninguna Sabrina.

—Tampoco la conozco, es una amiga suya, pero dicen que hace fiestas legendarias, y definitivamente no me quiero perder una fiesta así.

Típico de Esteban.

—Le enviaré un mensaje a mis padres para decirles que me quedaré en la casa Kim, no me eches de cabeza por favor.

—Te doy mi palabra —se coloca la mano derecha sobre el corazón, luciendo completamente estúpido, pero solo me río mientras se envía el mensaje.

Caminamos a paso lento hasta la caja, pagando nuestras bebidas y encaminándonos hacia el carro.

—¿Podrías dejarme primero en mi casa? Me cambiaré de ropa y tomaré otro cambio para la noche, es rápido lo juro.

—Como quieras —me guiña un ojo mientras abre la puerta para mí.

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