2002

 

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Introduction

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El Día & El Tiempo.

Patricia Parrish necesitaba serios cambios en su actitud. Ciertamente, la que ella poseía se estaba haciendo un tanto tediosa.

Parrish era una chica de complexión delgada, de estatura promedio para una chica de su edad, tenía el cabello apenas llegando a los hombros, con un flequillo y castaño, su rostro indicaba que estaba pidiendo ayuda para quitarse esa maldita inseguridad que la persigue desde la secundaria. Ella tenía fortalezas a medias y daba a entender que manejaba un carácter entre el hazme reír la chica bad-ass, pero no era así. En otras palabras, ella tenía su concentración fijada en cosas que ella consideraba más importantes, como, chicos pero, claro, ¿cómo iba a hablarles si no podía ni siquiera dirigirle la palabra a chicas de su edad?

Patricia estaba ocupada tratando de explicarle al conductor del taxi que acaban de llegar a su destino y que por favor se detuviera. Al bajar del taxi, ella tomó su mochila y se la colgó en el hombro izquierdo. Comenzó a caminar hacia la escuela con tranquilidad, sin temor alguno pero sus sentidos se activaron cuando una voz familiar la llamaba desde lejos.

—¡Patricia!—Una chica morena, con un abrigo azul corría hacía ella—Patricia, se supone que tú debiste llegar mucho antes que yo, ¿qué pasó con esa puntualidad?

—¿Ah, sí?—Preguntó Parrish un poco desconcertada—Ni siquiera me había fijado en la hora, el estúpido taxista parecía que no me entendía.

—Deberías subir tu tono de voz cuando viajes en taxi, querida.

—Lo tomaré en cuenta, Johanna.

Unos chicos que vestían chamarras del equipo de fútbol americano, se acercaron a Patricia y a Johanna.

—Bonito abrigo, Jordan—dijo uno de ellos.

—Gracias, Wolf—contestó Johanna.

Otro, se acercó a Parrish y le hizo un cumplido.

—Bonito cabello, amiga.

—No soy tu amiga—contestó Patricia, molesta.

—Como tú digas—contestó aquél chico y siguió su camino.

La mirada de Patricia se fijó en un chico que vio de reojo pero no estaba segura de que estaba viendo exactamente.

—¿Otra vez ese chico pelirrojo?—Preguntó Johanna.

—No lo sé.

—¿Ah, no? ¿Quién lo sabría si no eres tú?

Patricia le echó una mirada dudosa porque realmente no tenía idea de que estaba diciendo. Ambas comenzaron a caminar y Patricia comenzó a pensar en que iba a decir.

—Nos conocemos desde que éramos niños y ahora ni siquiera hablamos, ¿sabes?

—La verdad es que no, chica—contestó Johanna.

—Es difícil no dirigirle la palabra a la primera persona que le hablaste en la secundaria.

—Bueno—Johanna se encogió de hombros—, lo conocí cuando entré a las porristas cuando entramos a la secundaria, justamente el mismo tiempo que te conozco a ti.

—¿Ha cambiado?—Preguntó intrigada Patricia.

—Bueno, es difícil saberlo.

—¿Por qué?

Ambas entraron por fin a la escuela y caminaban por los pasillos, hasta que un profesor les dijo que entraran a clases, para su suerte, tomaban casi todas las clases juntas.

—Hace tres años que lo conozco. Realmente no sé cómo era.

—Bien—dijo Patricia pensando un poco en él—, lo recuerdo como solidario, ¿sabes?, cuando me apoyó con la situación de mis padres, pero cuando entramos a la secundaria, recuerdo que todos estaban sobre él y bastantes chicas querían con él. Me saludaba y charlabamos pocas veces por los pasillos.

—¿Eso es todo?—Preguntó Johanna casi sin creerlo. Parrish asintió con la cabeza—. Bueno, desde que él entró al fútbol y yo a las porristas nos hicimos amigos más cercanos, hasta intentó invitarme a salir, ¿recuerdas?—Patricia asintió de nuevo—Lo he visto con chicas, se lleva bien con casi todos y es muy bueno actuando.

—Oh, es cierto. Recuerdo que una vez me dijo que actuaría y que no quería que no lo fuera a ver.

—Atlético y artístico, ¿qué más puedes pedir en ese chico?

—Es bueno en matemáticas—añadió Patricia.

—¿Qué más tiene bajo la manga este muchacho, eh?

—No lo sé, Johanna, por eso te preguntaba.

—Oh es cierto, casi lo olvidaba. La conclusión es: Que es todo un chico atractivo e inteligente.

—Vaya que sí lo es, mierda.

Johanna y Patricia tomaron todas sus clases juntas hasta que Johanna tuvo que ir al entrenamiento.

—Te veo en la salida, ¿vale?—Preguntó Johanna.

—Vale.

—Te contaré lo que hace esa cabeza roja si lo encuentro en el campo—dice Johanna entre juego y juego mientras se va alejando.

Patricia tomó sus últimas dos clases con Dean Stiles, el único amigo hombre que tiene y que habla en la actualidad.

—¿Crees que para 2010 tendrémos tecnología avanzada?—Preguntó Dean.

—La verdad no lo sé, Dean.

—Espero que sí, para cuando nos graduemos ha de haber un avance por ahí.

—Supongo, Dean—dijo Patricia un poco confundida—. Mira, porque no dejas que el futuro te sorprenda para que así no te estés torturando todos los días, ¿te parece?

—Okay, responderé la pregunta del 2011 en 2011.

—Eso es—dijo entusiasmada Patrice—. Esa es la puta actitud.

Al tocar la campana, tomaron todos sus cosas y salieron de la institución. Patricia y Dean esperaban a Johanna en la esquina de la calle.

—Ahí están—dijo Johanna entusiasmada.

—¿Algo nuevo?—Preguntó Parrish algo preocupada.

—No realmente, la misma rutina de siempre.

Patricia duda un poco si se está dando a entender que no le está practicando sobre su entrenamiento.

—¿De los dos?—Preguntó Patricia intrigada.

—De los dos—reafirmó Jordan.

"Perra vida.". Pensó Parrish,

—A este paso no volveré a hablar con él nunca—dijo Patricia desconsolada.

—¿Eh?—dijo Dean—Está parado a menos de diez metros de ti, creo que quiere cruzar la calle, si te apresuras podrías toparte con él y hablarle.

—Sí—dijo Johanna un poco entusiasmada—¡Apresúrate antes de que se vaya!

Johanna empujó a Patricia quien daba pasos cortos para acercarse a él. Patricia sentía que el corazón le latía a un millón por minuto, su corazón quería salir de su cuerpo, las rodillas le temblaban, trataba de pensar en algo que decir pero le venían cosas estúpidas a la mente, sentía que abría la boca y hacía sonidos extraños. Realmente, Parrish se sentía una idiota, ella estaba a punto de darse media vuelta y regresar con sus amigos pero algo más sucedió. En un auto Chrysler Sebring de 1997, varios de los amigos del pelirrojo se acercaron y una chica preguntó:

—¿Vienes, guapetón?

—¡Por supuesto!—Exclamó de alegría aquél muchacho.

Él subió y se fueron alejando velozmente.

Al parecer, el pelirrojo ni siquiera se había dado cuenta de que Parrish estaba detrás de él. Básicamente, no se habían visto el rostro desde hace un par de día, si no fuera por el rojo de su cabello, Parrish seguramente no lo reconocería.

Patricia llegó totalmente avergonzada con sus amigos, Johanna y Dean estaban totalmente confundidos, sonaba a un plan bueno, casi nada podía echarlo a perder, a excepción de que alguien llegara y le dijera que se fuera con ellos.

—¿Qué fue eso?—Preguntó Johanna.

—No tengo la más remota idea—contestó Patricia.

—Fue un fracaso total—comentó Dean.

—Ni que lo digas—respondió Patricia sentándose en la acera.

Johanna se sentó junto a ella, y trató de darle ánimos, pero parecía que todo fallaba, gracias a su inseguridad, Patricia pensó que nunca tendría un novio serio.

Para cuando Patricia llegó a casa, su hermano, John, ya yacía ahí. John es cuatro años más grande que su hermana, tiene dieciocho y está a punto de tirar sus estudios por el escusado. Patricia cree que se está haciendo la decepción, desde que sus padres se separaron John no ha sido más que un problema y no ayuda a su madre en nada, ya que se sale de las clases o ni siquiera entra, solamente pierde el tiempo y eso vuelve loca a Patricia.

—Hoy no fuiste a la escuela—dijo Patricia molesta.

—Vaya forma de saludar a tu hermano mayor.

—Te pregunté algo—continuó.

—Sí fui pero me aburrí y regresé a casa.

Patricia tenía planeado decir algo pero se tragó las palabras que pretendía decir, ella se fue a su cuarto y se encerró.

La verdad es que Patricia vivió en un familia disfuncional, sus padres discutían todo el tiempo y poco después ella descubrió que su padre ya tenía otro hijo con otra mujer, eso provocó un terrible odio hacia su padre y parte de lo que pasaba en su casa es lo que formó a Patricia, una chica terrible y extremadamente tímida. Si no hubiera sido por ese chico pelirrojo, probablemente ella estaría mucho peor.

Patricia tiene pensamientos muy fuertes para su corta edad y vaya que ha pasado por bastantes cosas; tras la separación de sus padres, su padre los dejó en bancarrota, les quitó todo, dejando problemas económicos en casi todas partes logrando de esa manera que su madre fuera camarera un tiempo en un restaurante más de ocho horas al día para mantener a sus hijos, pero después, su madre se dedicaría a la prostitución.

El resto de la tarde, Patricia se la pasó molesta gracias John pero poco después se le pasaría al momento de hacer la tarea.

A la mañana siguiente, Patricia se levantó temprano, tomó una ducha, desayunó junto con John y ambos se fueron a la escuela.

La misma rutina estaba repitiendose pero lo que realmente Patricia quería que cambiara era su temor por hablarle a ese muchacho con el cual no ha hablado en bastante tiempo.

Día tras día, Patricia Parrish lo recordaba y comenzaba a verlo más de cerca, ver como ha cambiado su rostro, su cuerpo, su cabello. Pero ella no era capaz ya ni siquiera de saludarlo por los pasillos, ella estaba juzgándose a sí misma muy duro. Le pedía consejos a Johanna sobre cómo ser más social, cómo llamar la atención, en especial la del pelirrojo. Nada estaba funcionando.

Al terminar octavo grado, Parrish había decidido dar un cambio radical, Johanna y Dean estaban de acuerdo. Parecía que la suerte le acababa de sonreír a Parrish; el busto le creció, la cadera se ensanchó un poco y creció un par de centímetros. Para las vacaciones de verano, Johanna había convertido de Patricia en una chica más atractiva, le había enseñado unos modales para llamar la atención de los chicos e inclusive le sugirió que se metiera a las porristas, cosa que al principio le pareció algo alocado pero Parrish terminó cediendo.

Todo parecía ir bien al inicio del semestre pero bajo la presión de las porristas y la lucha continua sobre su timidez, Johanna, Dean y Patricia comenzaron a tener fricciones.

Johanna estaba harta de empezar las cosas por Patricia y que ésta terminará estropeando todo.

Al principio, parecía que Parrish lo estaba logrando, estaba dejando de ser tímida, comenzó a hablarle a un par de chicos e inclusive salió con uno de ellos pero éste la botó al pensar que Parrish es "atractiva pero aburrida como el infierno".

Ambas amigas comenzaron a discutir sobre variados temas, incluyendo que Johanna se hiciera amiga de otras chicas y comenzará a pasar menos tiempo con ella.

—Es que no entiendo porque ahora tengo que estar sola casi todo el tiempo.

—No estás sola todo el tiempo—espetó Johanna—. Seguimos tomando clases juntas y trató que en el almuerzo consigas algo de atención.

—Pero no es lo mismo. Tú ya te estás haciendo popular.

—No se trata de eso, Patricia—dijo Johanna con calma—. Quiero que dejes de ser tímida, que atraigas a los chicos. Lo estabas logrando bien pero no puedo separarme de ti porque te vienes abajo.

—Porque te necesito—Johanna no puede decir nada, está atónita—. Las porristas me creen un fenómeno porque no les llevo el ritmo y ni siquiera puedo sentarme con ustedes. Hasta Dean lo ha dicho.

—Lo siento, Patricia pero no siempre voy a poder estar ahí cuando lo necesites.

Patricia no dijo nada y se fue. Ambas no se dirigieron la palabra en todo el día y ni siquiera caminaron juntas a casa, la cosa estaba yendo en serio.

Al llegar a casa, Patricia se encontró con John en la cocina, que le echó un ojo y después dijo:

—¿Eres prostituta o qué?

Patricia no pudo decir nada y se fue corriendo a su habitación

Para la próxima que Johanna y Patricia discutieron, realmente terminó muy mal. No había marcha atrás, un cambio de página parecía ser lo mejor para ese momento.

—No puedo creer que sigas dejándome sola—reclamó Parrish a Jordan.

—Creía que te haría bien.

—La verdad no lo está haciendo. Prefieres ir con tus amigas putas y hablar sobre quién piensan tirarse.

—Patricia, no digas estupideces—espetó Johanna, bastante molesta.

—No son estupideces, son verdades, sino sabes de que estoy hablando haz un recuento de todo lo que has hecho, puta.

—¿Puta, eh?

Johanna agachó la cabeza, se mordió el labio inferior y comenzó a retroceder.

—Dado a que no quieres que me junte con otras personas y ahora que me estás catalogando como una puta, creo que deberíamos alejarnos un tiempo. Adiós, Patricia.

—No hay quien te necesite. Adiós, Johanna.

Esas palabras llegaron a los oídos de Johanna, a quien realmente le dolió esa frase. No hay quien te necesite. Aquellas palabras le retumbaron a Johanna en los oídos un buen tiempo.

Dean no quiso decidir entre ninguna de las dos, así que también decidió alejarse. El trío se alejó, dando fin a una era.

Patricia renunció a las Porristas y anduvo por la escuela sola un tiempo, hasta que un día en la cafetería una chica llamada Louise Parkash se le acercó, Patricia no podía dejar pasar la oportunidad y la recibió con los brazos extendidos, poco después Patricia y Louise conocerían a Jennifer Parisek quienes poco a poco fueron haciéndose amigas íntimas, hasta considerarse mejores amigas. Hacían, básicamente, todo juntas. Todo noveno grado estuvieron juntas, hacían cosas de chicas juntas y se llamaban por teléfono para ponerse al tanto de las últimas noticias o rumores que corrían por la escuela. A Patricia le resultaba increíble ver el resultado, pero a veces ella se sentía mal porque Johanna y perdió a una valiosa amiga por sus tonterías y comentarios fuera de lugar. Parrish se sentía mal, pero su orgullo era más grande como para acercarse a Jordan y pedirle una disculpa.

Al entrar al décimo grado, las tres chicas llegaron triunfantes a la preparatoria, siendo de esa forma, un poco populares pero no al punto para llegar a ser como algunas de las porristas.

Para la mitad del semestre, Kirsten Patrick se une al grupo, y su líder, Jennifer Parisek, declaró oficialmente que son las chicas P, por la gran similitud que tienen todas en sus apellidos, cosa que era muy curioso pero Parrish lo consideraba algo imbécil.

Con el tiempo, Parrish fue cambiando poco a poco, y sus amigas también. Absolutamente todas, se habían convertido en chicas rubias, a excepción de Parrish, que su cabello no era castaño, se había convertido en un rubio dorado, que era un poco más claro al natural.

Casi para el final del semestre, Patricia conoció a Allan Morrison, un jugador de fútbol de la preparatoria. Estos se fueron conociendo poco a poco y parecía que Patricia Parrish por fin había dejado a aquél chico de sus fantasías.

¿Realmente Parrish había olvidado a ese chico que conocía desde los diez años? O ¿Estaba tratando de olvidarlo? Patricia había dejado de darle algo de importancia en ese momento a ese pelirrojo misterioso, así que a ella le pareció fácil conocer a Allan Morrison, pero ¿quién era exactamente Allan Morrison? Él era un jugador de fútbol, con cierto grado de popularidad; Morrison poseía varios rasgos atléticos, éste tenía el rostro cuadrado, la piel morena y unos ojos color avellana que podría matar a cualquiera que él se propusiera.

Patricia y Allan decidieron tener una relación, lo cual cambió varias cosas alrededor de ambos. Patricia por fin había logrado tener una relación con las porristas pero no una reconciliación con Johanna, quienes seguían evitándose, de la misma forma de Patricia al jugador de fútbol pelirrojo.

Parrish se sentía agusto con Allan, ella sentía comodidad con los amigos de su novio, con las porristas y con la atención que recibía de parte de todos los demás en la escuela, parecía que le gustaba esa nueva Patricia.

Pero como el orden de las cosas no le gusta la felicidad total, le trajo ciertas inconveniencias a Parris. Su madre, finalmente se había juntado con un nuevo hombre a quién Patricia detestaba a más no poder, ella creía que ese hombre no es otra cosa más problemas.

Afortunadamente o lamentablemente, la familia Parrish se había establecido nuevamente económicamente, tanto, que su madre aceptó casarse con él.

Patricia estaba totalmente furiosa cuando se enteró de eso, ella se esforzaba por verle el lado bueno, realmente lo intentaba pero no podía, siempre se le venían las contras sobre ese posible matrimonio a la cabeza, era inevitable. Su madre era prostituta y conoció a ese hombre cuando la Señora Parrish se dedicaba a eso. Patricia estaba totalmente en desacuerdo y la volvía completamente loca.

Patricia lo habló con Las Chicas P., que resultó aún peor.

—Estoy totalmente en desacuerdo—comentó Parrish disgustada.

—Vamos, Patty—dijo Kirsten—. Tu familia ha mejorado, tu mamá se encuentra bien y tú también. Deja vivir feliz a tu madre.

—Es que no se trata exactamente de eso—dijo Patricia.

Las chicas intercambiaron miradas al notar que nadie estaba entendiendo el punto de Patricia.

—Entonces, ¿de qué se trata?—Agregó Louise.

—De que ese hombre la conoció de la peor manera que se puede conocer a alguien. No tiene más de un año que lo conoce y ya juran amor eterno.

—Vive y deja morir, linda—continuó Jennifer.

—Sí—se apresuró a decir Patricia—, pero y ¿si el tipo es un maníaco y trata de hacernos algo?

—No lo hará—comentó Kirsten con tranquilidad.

—¿Cómo puedes asegurarme eso? Ni siquiera lo conoces.

Las chicas intercambiaron miradas nuevamente, ninguna sabía que más decir pero fue la valiente líder del grupo quien decidió tomar la palabra.

—Ninguna de nosotros lo conoce pero ten en claro que si ese hombre intenta lastimarte a ti o tu madre, nosotras estaremos para ti si es que lo necesitas, así que, relájate un poco y vamos...

—¿Relajarme?—Interrumpió Patricia a la líder—¿Cómo voy a hacer cuando prácticamente estoy compartiendo mi casa con un completo extraño?

—Bueno, ¿qué quieres hacer?—Continuó la líder.

—Hacer que se marche.

La líder exhaló y tomó a Patricia de los hombros y dijo lo más seria que pudo:

—No puedes evitar la felicidad de tu madre. Tu padre los abandonó y los dejó terriblemente jodidos, ¿entiendes? Quiero que dejes de decir tonterías y vuelvas a hacer la misma Patty que conozco, ¿quieres?

Patricia estaba totalmente desconcertada, consideraba a sus mejores amigas unas reverendas idiotas, pero solamente era por la frustración que ella sentía. Patricia les echó una mirada de desaprobación y se fue, perdiéndose entre el mar de gente de los pasillos. Sus amigas seguían desconcertadas.

Parrish no sabía a quién más recurrir, estaba totalmente desconcertada y en especial, enojada, ¿cómo era posible que su madre se fuera a casar con un cretino que iba a prostíbulos? Simplemente, a Patricia no le agradaba la idea.

Mientras pensaba con quién recurrir, Patricia chocó con alguien que ni siquiera había notado que estaba en medio de su camino.

—Cuídado, ton...—no pudo terminar la frase al ver con quién había chocado—. Vaya, lo siento, no te vi.

—No te preocupes, Patricia—dijo ese muchacho totalmente cambiado al que Patricia le costaba reconocer—. Hey, ¿te encuentras bien?

—No, Dean.

Dean arqueó las cejas y pareció que tenía ganas de abrazarla pero Patricia se quitó.

—Lo siento—ella siguió—, tengo que irme. Me dio gusto verte de nuevo. Te ves diferente.

Entonces Patricia siguió su camino.

Pasó el resto del día sola, ni siquiera pudo ver a su novio, pero al finalizar las clases, Morrison y Parrish se reunieron y caminaron juntos a casa de Parrish.

—Hey, amor—dijo Allan—¿Te sientes bien? No te siento muy animada el día de hoy.

Patricia observó a su novio un par de segundos hasta que decidió responder.

—La verdad es que no.

—¿Qué pasa?—Preguntó su novio—¿Es sobre el hombre que será el esposo de tu madre?

—¡Sí!

—Tómalo con calma, amor. Si tu mamá se siente cómoda de esa forma, déjala vivir y vive tu vida. En poco tiempo saldrás de aquí como John y tendrás que formar tu propia vida de la manera en que puedas.

Patricia agachó la mirada y lo pensó un poco. Su novio tenía razón, en menos de dos años ella y sus demás amigas se graduarían e irían a la universidad, abandonando la vida que solían conocer. Pero aún le costaba a Patricia, todavía no dejaba a un cien por cierto su inseguridad, ahora ella sabía que tenía que aprender a confiar en las decisiones de su madre, aunque hace años que no le gustaba hacer eso.

—Tienes razón—por fin lo admitió—. Pronto nos marcharemos y si todo sale bien, mi madre se quedará con este hombre, que por cierto, espero la saque de este lugar.

—¡Eso es!—Expresó Morrison de alegría—Ahora ven aquí y bésame.

Parrish sonrió, se acercó a su novio, pasó sus manos sobre sus mejillas y sus labios pasaron a conocerse como por centésima vez.

—¿Qué te parece si este viernes vamos a una fiesta?—Preguntó Allan

La pregunta tomó a Parrish por sorpresa. ¿Fiesta? ¿Justo después de su posible recaída a la inseguridad que tenía?

—¿Fiesta?—Preguntó Patricia.

—Sí, bebé. Una fiesta—reafirmó su novio.

—No lo sé, Allan.

—Oh, vamos—insistió Allan—. Irán todos mis amigos y es para pasarla bien, ¿qué dices?

—Insisto en no saberlo.

—No esperaba esa respuesta—confesó Allan, después le echó una mirada de que eso le entristecía y prosiguió—: ¿Por favor?

Patricia lo dudó un momento, arqueó las cejas y cruzó los brazos.

—¿Qué se festeja exactamente o qué, para qué?

—El adorable Mike insistía en que quería organizar una fiesta y que quería divertirse.

—Entonces, supongo que es en casa de Michael—contestó Patricia.

—No exactamente—respondió su novio—. Él dio la idea pero la fiesta va a ser en casa de Dylan.

—¿Wolf?—Preguntó Patricia

—Sí, ¿lo conoces?

—Sé de su existencia, él solía hablarle mucho a Johanna.

—¿Entonces podemos ir?—Preguntó Allan con insistencia.

Patricia lo miró fijamente a los ojos, levantó la cabeza y respiró ondo.

—Está bien, hay que ir.

Allan comenzó a gritar y a reír de la emoción, Patricia comenzó a reírse y Morrison la tomó de la cintura para después llevarla a sus hombros y correr en círculos.

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Suerte

Patricia no tenía muy claro cómo tenía que asistir a la fiesta, no sabía exactamente que ponerse ya que la gran mayoría son los deportistas y las porristas. Al final, decidió ponerse una falda de mezclilla, una blusa naranja que le llegaba hasta el ombligo y unos botines negros, se sujetó el cabello con una coleta y se maquilló. Ahora, solamente esperaba que su novio la recogiera.

Una vez más, Patricia Parrish se sentía orgullosa de dejar el temor a un lado. Claro, solamente lo hacía por una cosa, una cosa en la que ha tenido interés Patricia desde los diez años y vaya que el interés resurgió de una manera inesperada aunque ella misma no quiera aceptarlo.

Ella misma se preguntaba si realmente estaba tan interesada en Allan Morrison o solamente le dio la oportunidad de ser su novio porque le agradó.

Patricia esperaba a Allan en su habitación pero ella no dejaba de verse en el espejo para ver si encontraba alguna imperfección en su atuendo, realmente no tenía idea si estaría bien ese atuendo, también, ella se preguntaba en como vendría vestido Allan. La cosa ponía de nervios a Patricia y ya estaba dudando en ir pero Allan ya venía en camino y no podría decirle que ya no quiere ir justo cuando el muchacho esté afuera de su casa.

El timbre sonó y Parrish enloqueció. Buscaba por una chamarra pero ni siquiera sabía que tomar, así que tomó lo primero que se interpuso en su camino: Una chamarra de mezclilla, viéndole el lado bueno, hace juego con su falda.

Su madre tocó a la puerta para después abrirla.

—¿Patricia?—Preguntó la Señora Parrish—Ese muchacho, Adán, o como sea que se llame, está buscándote.

—Allan—dijo Patricia—. Se llama Allan, mamá.

—Da igual—contestó su madre con indiferencia.

Ambas mujeres se acercaron a la puerta y vieron a Allan esperando. Él llevaba una playera blanca, que le quedaba justo a la perfección, con el símbolo de Guns N' Roses; tenía unos jeans azules, sus converse negros y la chamarra del equipo de fútbol.

—Patrice—dijo el muchacho—. Te ves muy bien.

—Gracias—dijo sonriendo mientras se acercaba a saludar con un dulce beso a su novio.

—A las once, señorita—dijo la señora Parrish.

—No se preocupe—se apresuró a decir Allan—. Llegara sana y salva a esa hora.

—Eso espero—comentó la madre de Parrish y cerró la puerta.

Allan venía con compañía en un auto color gris, dentro de éste, venía otras dos parejas y los cuatro, pertenecían al fútbol y a las porristas.

Al subir, Allan hizo un pequeño comentario.

—¿Recuerdan a Patricia?

—¿Cómo olvidarla?—Contestó el único chico que iba en la parte trasera de cabello chino y castaño.

—Hola—saludó en general Patricia.

—¿Qué hay chica?—Saludó el conductor.

—Me gusta tu chamarra—dijo la novia del chico del cabello castaño chino.

—Gracias—respondió Patricia.

La chica que iba en el asiento del copiloto le echó una mirada desde el retrovisor pero ninguna de las se dijo una palabra, después, la chica del asiento del copiloto desvió la mirada y Patrice se volvió a la pareja de la parte trasera.

—¿Nunca has asistido a una de nuestras fiestas, verdad?—Preguntó la chica de coletas rubias y ojos color miel.

—A ninguna, básicamente—respondió con seriedad Patrice.

—No la molestes, Lisa—se apresuró a decir el novio de Patrice.

—¿Te estoy molestando, Patrice?—A lo que Patrice sacudió la cabeza como respuesta—¿Ves, Morrison?

Allan puso los ojos en blanco y abrazó a Patrice. Los chicos le estaban haciendo la charla a Patrice, y ésta parecía no tener complicaciones en hablar con ellos, así que todo indicaba que sería una buena noche.

Al llegar al destino, todo parecía nuevo para Patrice: El ruido, las personas y el exceso de alcohol. Al adentrarse a la fiesta, parecía una bazar de culturas variadas. Chicos bebiendo cerveza desde un barril con un tubo flexible que les servía también como manguera, los chicos y chicas que se besaban, y sí, también había quienes se besaban con su mismo sexo. Patricia tenía conocimientos sobre este tipo de fiestas pero nunca se imaginó que serían tan grotescas. Tomó rápidamente la mano de su novio y se adentraron un poco más, ambos iban saludando a las personas que se encontraban.

Al llegar a la cocina, Allan tomó una cerveza y después tomó otra para ofrecersela a su novia, la cual dudó un instante y al final decidió aceptar la cerveza. Patricia le dio un gran sorbo, y le dio asco al instante que pensó en dejarla el vaso con cerveza por ahí.

Ambos fueron al patio trasero, donde se encontraron con varios chicos en la piscina, jugueteando, besándose o haciendo clavados. Patricia miraba el lugar, hasta que se encontró con otro rostro bastante familiar, ella soltó la mano de su novio y corrió hasta acercarse a ella.

—¡Johanna!—Gritó Parrish mientras se acercaba a la chica morena.

—¿Patricia?—Dijo Johanna confundida—¿Qué demonios haces aquí, chica?

—Vine con Allan.

Johanna le echó una mirada al muchacho y después se volvió hacía Patrice.

—¿Son novios, no?—Parrish asintió con la cabeza—Bueno, ¿puedo ayudarte en algo?

Patricia no sabía que decir exactamente, estaba totalmente en blanco y temía a que Johanna se fuera, ella sabía que era el momento para disculparse pero ni siquiera sabía como iniciar una disculpa, nunca antes había tenido que pedir una disculpa a alguien que no quería perder, ¿qué tan difícil podría ser?

—Bueno, yo...—Sabía que lo arruinaría. Johanna levantó las cejas dando a entender que esperaba que saliera algo de la boca de Patricia—. Quería pedirte perdón.

Johanna agachó la mirada, pasó sus manos entre su cabello, después puso sus manos en su cadera y le echó una mirada a Patricia.

—¿Te disculpas por ser una idiota?

—Me disculpo por ser una idiota—reafirmó Patricia.

—¿Estás segura?

—Bastante, lo he pensado y resulta que te debo lo que soy ahora.

—Me alegra escuchar eso—dijo Johanna mientras se acomodaba el traje de baño.

—¿Amigas de nuevo?—Dijo Patricia frunciendo el ceño.

Johanna le echó nuevamente una mirada, la observó detenidamente de pies a cabeza y finalmente, la morena dijo:

—Está bien—sonrió—. Sólo si no te comportas realmente como una tonta, justo como tus amigas.

Patricia soltó una carcajada y dijo:

—No son tan malas como parecen.

—Perra, la hipocresía está en todos lados. Cuídate de ellas, ¿quieres?

—Lo haré.

—¿Entonces, qué?—Preguntó Johanna tomando a Parrish desprevenida quien estaba totalmente desconcertada—¿Te metes a la piscina o también le temes al agua?

—Preferiría no hacerlo, Jo.

—Oh, vamos, ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Patricia lo pensó un poco, pero no hubo mejor respuesta a lo planteaba decir.

—Que el tiempo pase volando y que no vea al adorable Mike.

Johanna se metió poco a poco pero al escuchar la frase de "El adorable Mike", sonrió y vio a Patricia frunciendo el ceño.

—¿El adorable Mike? ¿Qué clase de apodo es ese?

—No lo sé, Allan lo dijo.

—Realmente no quieres saber porque le dicen El adorable Mike.

—¿Ah, no?—Preguntó Patricia arqueando las cejas.

Johanna se metió completamente al agua y Patricia la seguía por tierra.

—¿A qué te refieres?—Preguntó Patricia confundida.

Johanna no dijo nada, realmente estaba pensando en decirle o no, ya que eran nuevamente amigas, no la quería decepcionar en su reconciliación. Pero de repente, Patricia escuchó algo que se robó su completa atención.

—¡Hey, J.!

Patricia rápidamente se volvió hacía el lugar donde escuchó dicha frase.

Ahí estaba, el chico de quince años que adoraba desde que tenían diez años, de espaldas, abrazando a una chica de cabello castaño y sonrisa perfecta; en seguida, la chica pareció darle un beso y justamente después, lo tomó de la mano y lo adentró a la casa.

Patricia volteó a ver su reconciliada amiga, totalmente desconcertada, tenía la boca tan abierta que si un pervertido la viera, querría hacer cosas con ella.

—¿Qué carajo acaba de suceder?—Gritó Patricia.

—Eso, querida amiga, es tu respuesta a porque le dice el adorable Mike.

—Maldición, si supiera que tan sólo ir y abrazarlo era todo lo que tenía que hacer, lo hubiera hecho hace tiempo.

Johanna estaba que no se le creía, por un momento creyó que estaba loca de remate.

—¿Qué?—Johanna frunció el ceño de una manera exagerada y se volvió hacía Patricia—Chica, eso te haría una cualquiera. No pierdas tu dignidad por un chico y no seas como esas putas de último año que les vale tres hectáreas de maíz que el chico tenga quince años.

—Tienes razón—dijo Patricia un poco desanimada—. Tal vez debería renunciar a él de una vez por todas.

—Mira—se apresuró a decir Johanna—. No estoy diciendo que lo abandones, me refiero a que si algún día quieres algo con él, lo hagas cambiar y que deje de ser una prostituta.

—¿Una prostituta?

—Maldición, lo es—dijo Johanna casi desesperada—¿Acaso no viste cómo esa cualquiera se lo llevó a la casa?—Patricia asintió—Entonces, si no me crees, puedes echarle un vistazo a la casa, si es que encuentras a tu famoso amigo-prostituta.

Patricia le echó una mirada a la casa y en seguida se volvió hacia su amiga.

—No se ve a simple vista—contestó Patricia.

—Anda—insistía Johanna—. Ve y búscalo por ti misma, si no lo encuentras, significa que está su pene está teniendo una aventura con una vagina que parece una rebanada de jamón mal doblada.

Patricia le echó una mirada a Johanna y lentamente comenzó a caminar hacía la casa. Mientras caminaba, la chica Parrish ya estaba echando miranda, solamente para ver si de casualidad lo veía y por fin decidiría si acercarse e ir a saludarlo. Al entrar a la casa, buscaba con la mirada al pelirrojo pero no lo encontraba, así que, dio unos cuantos pasos más hasta que quedó en medio de la fiesta, pero no veía una cabeza roja junto a una otra castaña. Patricia comenzaba a creerse las palabras de Johanna y parecía que ésta tenía razón. Patricia aún tenía esperanzas de ver cerca de las escaleras, pero en vez de eso, su novio se acercó.

—¿Buscas a alguien?

—¿Eh?—Preguntó Patricia confundida pero rápidamente captó a lo que quería llegar Allan—No, no. Busco el baño.

—¿Estás segura? Parecía que requerías de alguien. Aquí estoy—Allan comenzó a reírse como todo un galán.

—Sí, estoy segura—dijo Patricia indiferente—¿Dónde está el baño?

—Subiendo las escaleras, al fondo.

Patricia siguió su camino hasta las escaleras; una vez ahí, observó las escaleras como si fueran el sendero hacia su propia muerte. Temerosa, comenzó a subir los escalones, uno por uno en determinado tiempo, sólo por si acaso. Finalmente en el tope de las escaleras, Patricia se encontró con cinco puertas, dos al lado izquierdo, otras dos a su lado derecho y una al fondo. Patricia caminó lentamente, el ruido de la fiesta se suprimía poco a poco y entonces escuchó unos golpes a la pared y sorpresivamente, también logró escuchar un gemido. Patricia estaba totalmente desolada, Johanna tenía razón. Entonces, Patricia bajó velozmente las escaleras y se fue corriendo hacía la piscina.

—¿Johanna?

Ésta se acercó velozmente a Patricia.

—¿Qué ocurre?—Johanna vió el rostro de Patricia—Maldición, ¿estás bien?

—No, estoy enojada—Dio un largo suspiro y continuó—. Tenías razón, ese chico es todo un cualquiera.

Patricia se quitó la blusa.

—Por supuesto que la tengo—prosiguió Johanna—. Estar en las porristas tiene sus pros y sus contras.

Patricia se quitó las botas.

—Hey, ¿entrarás a la piscina?—Patricia respondió eso quitándose la falda y dando un salto hacia la piscina.

—Necesito enfriarme, Johanna.

—Excelente opción.

Patricia salió del agua, un poco más calmada.

—¿Cómo te sientes?—Preguntó Johanna.

—Mucho mejor—contestó Patricia tratando de no recordar los hechos que acaban de ocurrir.

Patricia y Johanna comenzaron a juguetear en la alberca, ambas parecían felices; finalmente se habían reconciliado y todas las cosas que se habían dicho, quedaron en el pasado.

Ambas, se dieron cuenta de cuánto se habían extrañado en ese lapso de tiempo, ahora no pensaban en separarse de nuevo, pero había una cosa por hacer: Hablar con Dean.

No estaban seguras si el muchacho estaba en la fiesta, así que procedieron a buscarlo. Ambas salieron de la piscina, Johanna tomó una toalla y le pasó una a su amiga, se secaron, se pusieron la ropa encima y se adentraron en la casa para buscar a su amigo. El muchacho tenía que estar ahí, ya había conseguido otras amistades y Johanna juraba que lo había visto en fiestas anteriores.

Después de varios minutos de búsqueda, por fin habían encontrado a Dean, quien se encontraba fuera de la casa con otros muchachos, fumando.

—¡Dean!—Gritó Johanna.

El muchacho se volvió hacia ellas, y frunció el ceño a reacción de verlas juntas.

—¿Qué está sucediendo aquí?—Preguntó él.

Las chicas intercambiaron miradas pero ninguna supo que decir al instante.

—Queremos hablar contigo, Dean—se apresuró a decir Patricia.

—Bien, ¿sobre qué?

—Sobre nosotros—continuó Patricia—. Sé que quisiste no decidir entre nosotras dos cuando decidimos dejar de hablarnos y ahora, estamos aquí, frente a ti, para decirte si... ¿Podemos ser amigos de nuevos?

Dean no entendía a que venía todo esto, él tiró su cigarro y lo pisó con el piel para apagarlo completamente, después les echó una mirada a las chicas y entonces dijo:

—Supongo que ya no están en contra de la otra—ambas asintieron con la cabeza—. Muy bien, pero explíqueme una cosa, ahora que todos hemos hecho amistades nuevas, ¿tendremos que renunciar a ellas?

Patricia se echó a reír y Johanna frunció el ceño.

—Claro que no, pedazo de idiota—respondió Johanna.

—Okay, entonces podemos ser amigos de nuevo.

Las chicas sonrieron y le echaron una mirada a su amigo, enseguida ambas dieron media vuelta y volvieron a la casa.

—¡Patricia!—Se escuchó un grito a lo lejos a lo que Patricia intentó encontrar de dónde provenía aquella llamada—¡Hey!

—¿Qué diablos...?—Dijo confundida la chica.

—Patricia tenemos que irnos—dijo aquella voz masculina.

—¿Irnos?—Preguntó ella desconcertada—¿Qué hora es?

Allan por fin apareció frente a ella y dijo:

—Faltan veinte minutos para las once.

—Maldición, es cierto—Patricia se volvió a Johanna y dijo—. Me tengo que ir. Me alegra que seamos amigas otra vez.

—A mi también, chica—contestó Johanna esbozando una sonrisa—. Te veo la última semana de clases, ¿eh?

—Tenlo por seguro.

Mientras Patricia y Allan salían, Patricia alcanzó a escuchar a un par de chicos hacer algo de escándalo a algo que quería olvidar por completo, pero ahora resonaba en su cabeza.

—¡Ah! ¡El adorable Mike ataca de nuevo!

"Mierda", pensó Patricia.

—No se te escapa ninguna, ¿verdad?

—Parece que yo no escapo de ellas—escuchó hablar al pelirrojo.

"Vaya chico."

—¡Taxi!—Gritó Allan al detener un taxi.

El taxi se detuvo y como el caballero que Allan es, dejó subir primero a su novia y enseguida él subió. El novio dió las indicaciones de hacia donde tenían que ir.

Al llegar a casa de Patrice, Allan bajó primero, ayudó a su novia a bajar y se despidieron de un beso.

Mientras Patricia caminaba hacia la puerta de su casa, se apresuró a decir algo antes de que su novio se marchara en el taxi.

—Gracias por llevarme a la fiesta y traerme de regreso.

Morrison, se volvió hacía ella, esbozo una sonrisa y dijo:

—Ha sido un placer, hermosa—Entonces él entró al taxi, y se marchó.

Patricia tomó una ducha caliente, cenó y se fue a la cama. Una vez recostada, ella pensaba en que realmente sentía por Allan Morrison, ¿por qué tiene atravesado tanto al cabeza roja en su cabeza? ¿Cuál era la fascinación por él? ¿Cómo haría para involucrarse con él y hacerle cambiar la forma en la que él está con las chicas? ¿Por qué sigue pensando en él cuando sigue siendo novia de Allan? Evidentemente, la chica ha estado enamorada de él desde que tenían diez años, no cabía duda de ello.

Las vacaciones de invierno habían comenzado oficialmente y Johanna y Patricia habían estado poniéndose de acuerdo en la última semana de clases para verse en las vaciones e idear un plan para por fin captar la atención del pelirrojo una vez que regresaran al colegio.

Habían decidido ir a patinar y platicar un rato sobre ello; Johanna le había dado un montón de ideas sobre cómo llegar a él y que Patricia se convirtiera en su interés amoroso de una vez por todas. Que se uniera a los mateatletas, que fuera a ver una de las obras o que participara en una de las obras, era casi inevitable que el joven pelirrojo no estuviera ahí; también le propuso que regresara a las porristas o inclusive que hiciera una fiesta para su cumpleaños, ya que estaba próximo y lo invitara.

—No lo sé, Johanna—se apresuró a decir Patricia—¿Si no va?

—No te preocupes por eso—dijo segura Johanna—. Mis amigas y yo nos encargaremos de eso.

Patricia sonrió y después se puso manos a la obra. Johanna y Dean le ayudaban para los preparativos de la fiesta.

Convencieron rápidamente a la mamá de Parrish para que la dejará hacer dicha fiesta, después de tener el permiso, comenzaron a planificar que darìan de beber, comida, música, la hora. Un poco de horas después, los chicos ya tenìa todo, sólo faltaba pasar la voz, así que comenzaron a hacer llamadas telèfonicas a sus amigos diciendo: Fiesta en casa de Patricia, sábado ocho de enero-daban la dirección de la casa y agregaban-:Pasa la voz.

Llamaron a más de veinte personas que confirmaron la asistencia, pero la duda de Patricia sobre El Adorable Mike, la atormentaba.

—¿Le avisaran?—Preguntaba Patricia constantemente.

—Patricia, no tengo ni idea—agregó Dean.

—Trataré de hacer lo posible para que no falte—se apresuró en decir Johanna mientras le lanzaba una mirada de odio a su amigo.

En lo días próximos, Johanna estuvo contactando a sus amigos del gimnasio de la escuela para confirmar su asistencia en la fiesta de Patricia. La mayoría ya había confirmado su asistencia, lo cual confortaba a Johanna para que nada saliera mal en el día de la fiesta. Pronto, se encontraría Dylan Wolf en el súper mercado.

—Entonces, ¿irás a la fiesta?

—Me ofendes al dudar de mi existencia en ese lugar—agregó Dylan.

—De la tuya no dudo, dudo de la tu amigo pelirrojo—dijo Johanna con seriedad.

Dylan arqueó las cejas.

—¿Aún no le haz dicho?

—Yo no—respondió Johanna—. Dije que pasaran la voz pero no sé si le han dicho.

—Yo le dije, pero no me ha confirmado nada.

Johanna le lanzó una mirada de odio a Wolf y se acercó a él a una distancia que acosaba a Wolf.

—Pues más te vale que traigas a esa cabeza roja a casa de Patricia a las 9.

—¿O qué me harás?

—Olvídate de la diversión con la señorita sexy Jordan.

Wolf le dió un leve empujón a la morena, le echó una mirada y agregó:

—Le haré más mención de aquella chica.

Y entonces ambos se marcharon.

El día de la fiesta por fin había llegado y Johanna había llegado antes para ayudar a Patricia ponerse guapa. Tardaron un poco pero finalmente lo lograron, Patricia llevaba una blusa negra sin mangas de cuello alto, un pantalón de mezclilla y botas negras, tenía un maquillaje bueno que no era mucho ni poco, simplemente hacía resaltar varios rasgos de Patricia que la hacían lucir aún más guapa.

La hora de la fiesta había llegado y las personas comenzaron a llegar, el lugar comenzó a tener ambiente y conforme pasaba el tiempo más y más gente llegaba, la música sonaba más fuerte y la comida se acababa. El novio de Patricia recién había llegado y parecía que no quería dejar ir a Patricia ni un segundo, hasta que Patricia le dijo que tenía que utilizar el tocador, con tal de separarse de él y buscar a Johanna, a quien encontró de inmediato y llevó a las escaleras.

—¿Lo haz visto?

—No, ¿tú?

Patricia le lanzó una mirada a su amiga.

—Por supuesto que no, sino, no estaría preguntando.

—Oh, cierto, ¿qué hacemos?

—No tengo idea—dijo algo nerviosa.

—Vayamos a su casa—sugirió Johanna.

—¿Estás loca?—Preguntó alterada—La verdad no creo que él venga—dijo desanimada.

—Oh, vamos, no te desanimes, es tu fiesta de pre-cumpleaños, no puedo dejar que la pre-cumplañera se deprima hasta que sea el lunes.

Patricia esbozó una sonrisa y ambas bajaron a la fiesta y se reunieron con unos amigos para pasar el rato y olvidar aquello un rato.

Mientras tanto, fuera de la casa, escondido en los arbustos de la casa de al lado, el pelirrojo se encontraba observando sigilosamente para que nadie lo viera.

"No sé que te ha pasado, Patricia Parrish, pero no estoy listo para salir contigo. Este pelirrojo no huye de nada, nunca, pero te prometo que un día, Señorita Parrish, serás mía".

 

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De Una u Otra Manera.

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