Memories

 

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Memories

By AndyGlanz

El cielo celeste y despejado es reflejado en el agua del océano frente a mí, dejándome en una gran cámara azul con un suelo blanco. Tengo los ojos posados en la espuma de las olas cuando terminan de mojar la arena. El olor a sal y a mar está por todas partes, haciéndome recordar tantas cosas. Momentos felices, tristes, dolorosos y únicos. Sobre todo únicos.

Atraigo mis piernas hacia mi pecho y me quedo un momento así, sintiendo el cálido viento que me rodea, como si quisiera abrazarme en este momento. Me siento débil, más de lo que pudiera permitir la vida a una persona. Aunque sería injusta si yo le pidiera un poco de fortaleza, después de todo, no la merezco y dudo que alguna vez fui capaz de merecer algo como eso.

Había sido egoísta y malvada tantas veces que perdí la cuenta. Pero en aquel pasado, lleno de oscuridad, magulladuras y vergüenza se encontraba una luz pequeña y tintineante, que me hizo mirar la vida entera de otra forma. De hecho, la sigo viendo como él me enseñó, viviendo el aquí y el ahora, dejando el pasado y futuro en un segundo plano, de todas formas no tengo tiempo para pensar en ello. Aunque en momentos como estos, cuando he escapado de mis responsabilidades y de la vida en cuestión, me permito rememorar aquel pasado en donde la luz me acompañaba día y noche.

Siento mis manos húmedas, por lo que supongo que estoy sufriendo un cuadro de fiebre. Las seco contra mi pantalón y cierro los ojos para opacar el pequeño dolor que se ha situado en el lado derecho de mi sien.

Y es cuando por fin puedo verlo. Un pálido y esculpido rostro frente a mí, con el cabello negro rodeándolo y cayendo en cascadas sobre sus hombros. Su mirada es dura y a la vez, dulce; me está observando detenidamente. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, ocultando el logo de una banda en su playera negra. Sus labios forman una sonrisa torcida y tras meditárselo unos segundos decide acercarse.

Mueve sus delgadas y largas piernas enfundadas por unos tejanos negros ajustados. Sus movimientos son gráciles y livianos. Inclina una pierna, de modo que una de sus rodillas toque el suelo. Extiende una mano y con un toque sutil, acaricia mi rostro.

Le sonrío como boba cuando lo reconozco. A pesar de que me he negado a observar una fotografía de él en los últimos cinco años, sigo recordando a la perfección cada uno de sus rasgos y gestos.

Veo mi mano moverse de su lugar y alcanzarlo. Quiero tocarlo, sentirlo nuevamente cerca de mí. Pero no logro a concretarlo, más allá de mi cuerpo, no hay nada tangible. Él no está. Mis ojos se abren, muevo la cabeza de un lado a otro, buscándolo. Estoy asustada por estar nuevamente en la realidad. Aquella en la que él no está más.

Empuño las manos con frustración y golpeo mis piernas por permitirme siquiera visualizarlo. Nunca pensé que lo iba a necesitar de esta forma, él no está y no estará nunca conmigo. Debería saberlo y aceptarlo. Tengo que aceptarlo. No hay forma de que vuelva.

Pero quiero que lo haga, que encuentre la forma y me vea con esos dulces y duros ojos, que me regañe por estar exponiéndome así al exterior y que después de una pequeña charla se siente a mi lado, apoyándome.

Me siento tan responsable de que él ya no esté aquí, mi último caso de egoísmo fue con él. Hace cinco años, antes de que desapareciera por completo. Ni siquiera pensé con claridad los problemas que podían traer mis actos, pero mis impulsos hicieron que me comportara como antes. Y lo dañé, hice que llorara y se enfadara. Lo peor no fue eso, lo peor fue que me reí de su actitud, que lo juzgué y critiqué. Ahora me arrepiento.

Ni siquiera tuve los cojones para decirle “lo siento, me equivoque”. Pero dudo que alguna vez se lo hubiera dicho. Definitivamente no. El orgullo es más grande que el “poder” o el “sentir” y yo tenía montones de él.

Entierro mi cabeza entre las piernas y comienzo a llorar. No debería ni siquiera hacerlo, no lo merezco tampoco. Bill no está más por mi culpa.

—No deberías haber salido. —Elevo el rostro y veo la figura de Tom frente a mí con el ceño fruncido. Aparentemente molesto. —Nos preocupamos mucho por ti.

Pasa una de sus manos por su corto cabello castaño oscuro y suspira. Él ha cambiado tanto desde que estuve con Bill la última vez. No puedo creer que todo esto terminó así por un error.

Se sienta a mi lado y deja caer su cabeza en mi hombro. Mis manos siguen sudando y las oculto para no darle más preocupaciones.

—He querido tomar el fresco un poco —le digo —. Feliz cumpleaños Tom, lo siento por darte todo este problema.

Se encoge de hombros y puedo imaginar que se ha perdido, al igual que yo, en un recuerdo de Bill. Solíamos venir los tres con frecuencia cuando éramos menores, era nuestro lugar predilecto. Pero ahora, con Tom, lo habíamos abandonado porque todo nos traía dolorosos recuerdos.

El viento sopla más fuerte, quitando la imagen de Bill de mis ojos. El pañuelo que llevo en la cabeza acaricia mis mejillas con las puntas. Tom se incorpora, con sus ojos cálidos y amorosos sobre mí. Toma uno de los extremos del pañuelo y lo corre. Su pulgar acaricia mi mejilla con suavidad y de un momento a otro, sus labios están sobre los míos.

Era bastante normal para nosotros hacerlo, aunque nunca lo habíamos intentado en un lugar que compartimos con Bill. Se siente extraño. Sus labios saben a sal, de seguro ha estado llorando antes de venir a buscarme, no lo culpo. Es comprensible si tu hermano murió el día de tu cumpleaños.

—No deberías estar aquí —dice con voz reprobatoria —. Tu salud está en juego, te hace mal.

Y no quiero perder a otra persona, oigo que grita en su mente.

Pero no me importa, así que le digo:

—Es lo menos que puedo hacer para recordarlo. Lo extraño.

Su mirada cae al suelo, dolido. Después de tanto tiempo él sigue sintiendo lo mismo. Yo lo daño cuando hablo de mi cariño hacia Bill, pero no puedo evitarlo. La culpa está corriendo junto a mi sangre para hacerme vivir y la única forma de recordarlo de una manera sana y feliz es estando aquí, en nuestro lugar favorito.

Cuando estoy en casa no dejo de imaginar sus ojos aterrados y sin emoción, así que escapo cuando tengo la oportunidad. Tampoco puedo verlo bien cuando estoy al lado de Tom ocuando lo beso, pporque me siento culpable y sucia, ya que eso mismo había destruido a Bill. Y menos podía ver a nuestro hijo Will, su rostro me recordaba a él y a la vida que él pudiese haber tenido si yo no me hubiera involucrado con Tom.

—No tienes por qué arrepentirte de todo esto Lena —murmura Tom —, tú no tuviste la culpa. Yo fui quien te impulso a dañarlo para que estuvieras conmigo. Si hay un culpable por su muerte, creo que debo ser yo.

—Tú no sabes lo que dices. Yo era su novia y lo traicioné.

—Pero yo su gemelo —dice —. Eso lo hace peor. Se supone que íbamos a estar juntos por siempre, apoyándonos y levantándonos cuando uno de los dos estuviera mal. Y fui un mal hermano.

La emoción me consume, mi cuerpo tiembla y tengo la necesidad de gritar. No debería permitir que Tom se culpara, no debería hacerlo.

—Volvamos a casa, Will te extraña.

~*~

Tom entra junto al doctor a mi habitación. Las cosas se complicaron cuando volvíamos a casa. La fiebre aumentó y mi respiración se hizo forzada. Los pulmones no me funcionaban por sí solos y dolía.

Sólo soy capaz de escuchar el sonido de las máquinas en mi cuarto, hace meses, cuando me diagnosticaron el cáncer y las quimioterapias comenzaron, Tom pidió que la habitación fuera equipada para que Will no se preocupara. Jamás tuve que conectarme nada, hasta ahora.

El doctor termina de revisar mis signos vitales. Su ceño se frunce y siento que no hay necesidad de preguntar nada, las cosas están pésimas. No me arrepiento de haber salido, pero si me arrepiento de darle una preocupación como estas a Tom.

Él está afuera, con Will.

La puerta se abre de un momento a otro y Will corre hasta mi cama, su mirada es igual que la de Bill, dura y dulce. Tom entra detrás de él, tratando de contenerlo. Me mira y muevo la cabeza de un lado a otro.

—Tío Tom —llama Will —. ¿Qué le ocurrió a mamá?

Tom lo toma en brazos y lo acerca hasta a mí. Will se acurruca en mi pecho, mi respiración se dificulta aún más, pero quiero a mi hijo conmigo. Veo al doctor hablar con mi esposo, su expresión confirma mis sospechas. Realmente no me queda mucho tiempo.

Beso la frente de Will y lo apretó con mis brazos. Espero que algún día me disculpe por lo mal que he hecho las cosas. Primero asesiné a su padre por mi orgullo y ahora estoy muriendo por la misma razón. Siento lágrimas recorrer mi rostro al imaginarlo en unos años más, al lado de Tom, sin mí.

Yo no quiero esto, no quiero abandonarlo.

Will comienza a llorar conmigo y Tom se acerca por el lado contrario, tomando una de mis manos y besándola.

—Te quiero —dice —. Siempre lo haré.

—También yo —le respondo.

Sus ojos se cierran y puedo ver sus pestañas húmedas. Sé que no quiere llorar frente a mí o frente a Will, pero también sé que no tiene las fuerzas necesarias, no después de lo de Bill. Nuevamente me siento mal por recordarlo, ahora estoy a minutos de que el fin se acerque y mi arrepentimiento es más importante que todo.

También cierro los ojos, no porque quiera llorar o porque quiera ver a Bill entre mis memorias, sino porque ya no puedo tenerlos abiertos. El dolor de cabeza se ha intensificado y no puedo respirar correctamente.

El dolor desaparece después de un cuarto de hora, el doctor le había dicho a Tom que me iba a inyectar una pequeña dosis de morfina, para que Will no me viera mal. Él ya no está aquí, se ha ido a su cuarto. Mi esposo sigue a mi lado, con una de mis manos entre las suyas. Me habla de sus planes a futuro y de cómo le gustaría que yo reuniera la fuerza y el valor para acompañarlo siempre. Puedo escuchar al doctor mirando el reloj cada cierto tiempo y anotar en su libreta con rapidez.

Mi cabeza me transporta a otro lugar, allí está Bill. Tiene una sonrisa pintada en el rostro, me espera con los brazos abiertos. Pero yo no quiero ir con él. Quiero quedarme con Tom.

Él se acerca con sus pasos sigilosos, toma mis manos y puedo sentirlo. Su calor, su suavidad y su cariño. Sus ojos han vuelto a ser dulces y tienen toda la vida que yo pudiera desear. Se inclina y besa mi mejilla.

Muerdo mi labio para detener el leve temblor que ha empezado a experimentar. Alejo mis manos de las de él y niego con la cabeza.

—Lo siento —le digo.

—No tienes por qué preocuparte.

Su voz suena como antes. Aterciopelada, grave y divertida. La había olvidado por completo.

—Ven conmigo —dice.

No puedo mover ningún músculo de mi cuerpo, me he quedado estática. Abro los ojos y estoy en el cuarto de nuevo, busco a Bill y allí está, al lado de Tom. Su mirada está sobre mí, esperando.

Veo a Tom, él está llorando, más que antes. Murmura palabras que no entiendo, su agarre a mi mano se ve fuerte, pero no lo siento. Realmente no siento nada, ni siquiera dolor.

—Por favor —grita él —, no me dejes.

Las imágenes pasan por mi cabeza: el hermoso rostro de Will, la sonrisa de Tom. El amor que ellos me dan a toda costa. Y pienso que la vida realmente ha sido buena conmigo, que lo de Bill sólo fue un desacierto, que él estará bien si lo recordamos siempre y que fue su decisión morir.

Mi decisión no es hacerlo. No quiero morir.

No puedo dejar el regalo que me dio la vida. Un esposo que me ama y un hijo con el hombre que yo siempre quise. Amo a Tom y amo a Will. Ellos me dan el apoyo que yo busqué en Bill, se preocupan por mí y darían todo lo que tuvieran por salvarme.

Quiero quedarme.

—Lo siento —le digo nuevamente a Bill. Él sonríe y desaparece.

Siento un cosquilleo en mis manos y el sonido de las máquinas está en mi cabeza nuevamente. Tom está llorando a mares, sus ojos están nublados. Él está sufriendo de nuevo.

—Tom —lo llamo. Él se quita las lágrimas de sus ojos y me da un pequeño beso en los labios, yo le sonrió —. No creo que sea correcto marcharme hoy. —Él asiente al escuchar mi voz entrecortada —. Te amo.

—También te amo —dice hipando y aguantando las ganas de llorar.

Se inclina nuevamente y junta nuestros labios. Siento el calor que él me da y estoy segura de que mi decisión ha sido la correcta. Quiero quedarme con Tom, aunque sea sólo un momento.

Un pequeño momento.

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