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2015

Camino por las calles españolas, sin prisa pero sin pausa. Mi paso es lento y tranquilo. Había olvidado que el sol andaluz podía equipararse a las calderas del infierno. Mi ropa se pega a mi piel. Las perlas de sudor caen sin parar. Odio volverme humano.

Soy Lúcifer. Me han presentado muchas veces ya, no necesito decir más. Estoy de nuevo en la Tierra por un mandado. Obviamente uno gordo. Odio demasiado el ajetreo de aquí arriba. O, más bien, tener que venir por una misión. Especialmente si tiene que ver con ángeles. En realidad miento, pero es son gafes del oficio.

"María, la virgen, 2.0" fue el nombre que le dimos allí abajo. Por eso me presenté a la reunión. Aquel nombre suscitó mi curiosidad y me dejé llevar. Poca cosa. Dios quería llevar a cabo la segunda venida. Iba a buscar una mujer que engendrara de nuevo a su rechonchete bastardo. A-bu-rri-do. Planteaba dar el caso a otro idiota cuando algo llamó mi atención:

—Habrá que vérselas con el maricón de la otra vez.

Gabriel. Un arcángel. Aquello sonaba mejor. No existía en el mundo nada que me hiciera reír tanto como los ángeles. Tan brillantes y delicados, tan faltos de genitales... Era tan divertidos hacerlos enfurecer. Empezaban a blandir sus espadas llameantes y soltar trilladas frases justicieras. Luego podían matar y ser crueles como demonios, que creerían que había sido obra divina. Patético. Aún así, cuando eres el señor de lo perverso, sueles pillar cariño a los idiotas.

Así cogí el trabajo, sin darle más vueltas. El pensar lo dejo para la malicia. Precisamente por eso no reparé que mi traje no era lo mejor para una tarde de agosto. Puedo transformarme con facilidad, pero, por desgracia, la ropa es algo que no viene incluido en el pack. Probablemente porque es bastante innecesario para los vividores de la lujuria.

Cuando ya pensaba que mis piernas no me sostendría más por la deshidratación, llegué. Las señales no habían sido muy precisas, pero podía asumir que estaba en el sitio indicado: Durante unos segundos puse en duda la discreción del infierno al poner como nombre "Hell's headquarter". No tardé en recordar el nivel de inglés de los políticos del país, e imagine que no había de qué preocuparse. Tampoco es que nadie fuera a creer lo que ponía, con lo cual...

Era un bloque de pisos maltrechos. Si se mantenía en pie, era obra del Diablo. Tenía un gusto horrendo en lo que se refiere al alojamiento. Sólo hay que ver cómo está amueblado todo allá abajo: calaveras, llamas y un montón de riscos con polvos. Una vez tratamos de asaltar un Ikea para traer algo en lo que al menos sentarnos. Alegamos que su ensamblaje provocaba tales quebraderos de cabeza que nos ahorrábamos toda una sección de Ira. Eso merecía un ligero mérito por parte nuestra. Al menos, una mención honorífica o un pequeño estudio. De nada sirvió mostrar peleas entre familiares ni clientes con empleados. El Diablo no es fácil de engañar, probablemente, porque fue el inventor de la mentira. Aunque todos sabemos que su orgullo es demasiado grande y que lo más seguro es que no quisiera arriesgarse a tener que montar nada. Ya hemos visto tras muchos años que los Apocalipsis nunca le han salido muy bien.

Al entrar me pidieron la identificación, nombres y demás filigranas. También tuve que firmar una hipoteca abusiva y una cuenta bancaria succiona alma. Estaban decididos a que me metiera bien en el papel de humano. Terminado el papeleo, me condujeron a una habitación con la subsiguiente llave y allí me dejaron. Empezaba a tener algunas dudas sobre el tema, pero imaginar la cara de Gabriel encendida de ira me dio fuerzas.

Doritos. Cuando vas por primera vez a una casa, sueles decidir el estilo de la misma rápido. Te asalta rápidamente. Clásico, moderno, minimalista, deprimente, hortera, pordiosdóndemehemetido. Aquella estaba en ese último tipo. Aunque lo primero que se me vino a la cabeza fue esa palabra: doritos. Cualquiera lo habría hecho. Todo, y absolutamente todo, estaba cubierto por aquel aperitivo. Desde las puertas a las paredes, pasando por la lampara de techo. Era enfermizo. Y olía a kilómetros.

—¿Qué es esto? —siseé. No pensaba pasar apenas tiempo en la Tierra. Confiaba en mis habilidades para ello. Pero lo que tenía delante me había trastocado de una manera que no atendía a razones.

—Doritos —Le respondió alguien desde el fondo.

—Gracias. Me estaba debatiendo entre eso y tu sentido común, pero ya me ha quedado claro que lo último no existe.

—Si lo que insinuas es que YO he puesto los doritos, estás maliterpretandome. Como siempre todo el mundo.

—¿Sabes que eso no me importa lo más mínimo? ¡ESTÁS VIVIENDO EN UNA PUTA CASA LLENA DE APERITIVOS! ¡¡¡POR DIOS SI PUEDO VER DESDE AQUÍ EL VÁTER FORRADO DE ELLOS!!!

—Hambre se toma muy literalmente todo. Lo cual es gracioso. Hice una broma sobre que me moría y necesitaba doritos para existir porque así me lo había revelado el grandioso illuminatis. Enseguida abandonó sus cereales y me empapeló todo. Estuve horas llorando. Literal.

—¿Te refieres a...?

—El Jinete negro, sí.

—...Creo que voy a despedir a alguien en cuanto vuelva,

—Oki.

Arqueé una ceja. ¿Qué clase de respuesta era esa? Aunque era una de las respuestas número uno en el libro "Haz que las niñitas se peleen por WA", sonaba demasiado raro en voz alta.

Decidí acercarme, visto que mi compañero de habitación no hacía nada por presentarse. Los demonios no somos educados, pero sí curiosos. Esa es una de las claves de la maldad. No vayáis a maliterpretarme.

Lo que me encontré fue un muchacho sentado ante el ordenador. Miraba una de las web preferidas por el infierno: Tumblr. Había ahí tal cantidad de pecado humano que servía para enseñar a los más blandos y novatos. Los adolescentes amargados de esa página tienen un sarcasmo tan oscuro que resulta envidiable. Me pregunté si estaría estudiando, ya que hondaba hasta lo más profundo, pero varias memes más tarde me di cuenta que sólo estaba tirado ahí descojonandose internamente. No situaba su cara, así que no me quedaba otra que abordarle:

—Ehem —carraspeé— ¿Puedo saber quién coño eres ya?

— ¿Eh? —Ni siquiera trató de mirar en mi dirección— Ah, Bayo, el Jinete Bayo.

—Oh—Aquello sí que era una sorpresa. La muerte, el señor de la guadaña. Nunca lo hubiera imaginado tan joven y tan... desempleado. Supongo que nos habíamos excedido al pensar que necesitaba ayuda con el trabajo, pues no tenía pinta de dar un palo al agua. El que usara su herramienta de trabajo como poste para una estantería me hacía pensar así. Especialmente si se usaba para llenarlas de figuritas anime. Por Satán, aquella habitación apestaría a pecado desde lejos si no fuera por el maldito tufo de los doritos.

—Soy Lúcifer —continué. No, no quería ser educado, quería fardar de quién era. Estaba ante alguien famoso y yo también lo era, buscaba el reconocimiento.

—Oki.

Aquel individuo era odioso.

Me caía bien.

Decidí que ya estaba bien por ahora. No es que pensara volver ni mucho menos. Cogí una de sus tarjetas de visitas y me fui. No quería perder la ocasión de contar por el infierno que ahora La Muerte se dedicaba a hacer de mariachi para fiestas y convites.

 

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