Última noche en la Tierra

 

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El sol se acerca cada vez más. No queda mucho. Será nuestra última noche en la tierra. Pero qué más da. Hace días que no soy nada, pero eso no parece importar a mi alrededor. Estoy vacío, completamente hueco, qué más dará. Pero eso no es lo que piensa el resto.

Sentado en un rincón, ya no existo.

En mi situación debería tener miedo. Al menos he visto esa cara en el resto, pero no puedo sentirlo. ¿Qué más da que se acabe todo? Ya hace tiempo que aquello pasó. No importa que me tomen por loco en estos últimos minutos. Nadie podrá rebatirme nada nunca más.

Estoy sentado mirando las caras que me rodean. Ninguna me mira con aprobación. Al principio dolía, pero ya no. Sinceramente, sé que ninguna persona lo va a hacer nunca. Lo aprendí, lo aprendí tras un tiempo... no es nada de lo que me alegre.

Unos ojos me inquietan. Su color me trae recuerdos, cosas que prefería olvidar. O no. Realmente no estoy seguro. Sólo pensarlo me duele. Sí, son cosas que atesoro pero que me han hecho morir. ¿Por qué la felicidad puede robarte todas las sonrisas?

"Bailemos una vez más" me dices. No puedo evitar llorar. A pesar de todo, aún hay algo humano en mí. Has estado siempre ahí a pesar de todo. He querido obviarte, olvidarte, pero no soy capaz de hacerlo. Hace tiempo que no me puedo mover, pero eso no importa. Te acercas a mí, jugueteas con mis cabellos y susurras a mi oído aquella canción. Trato de sonreír, de que el último recuerdo que nos quede sea alegre pero no puedo evitarlo. Las lágrimas acaban cayendo por mis mejillas sin parar. Haciendo un sobreesfuerzo logro mirarte y sonreír, aunque apenas puedo verte ya. Todo esto duele demasiado.

La tormenta eléctrica llega. Nos pilla con los labios juntos por última vez. Un pacto, un sello entre dos fantasmas. Uno eterno, otro por llegar. ¿Por qué lo único que tengo es esto? Yo ya he perdido el sentido, no soy nada. Pero mis memorias llegan todas a mí mientras me voy desvaneciendo.

El bosque, la nieve cayendo, nosotros dos. Un día hermoso, tranquilo, como otro cualquiera. Estás en silencio, distante. Te conozco, siempre eres así. Tu cuerpo es demasiado pequeño para la timidez que tienes. Paseas a mi lado, preguntándote si deberías cogerme de la mano. De nuevo tus grandes ojos azules revelan lo que no es capaz tus labios. Sonrío y soy yo quien te coge de la mano. Tu cara pronto se enciende, insultándome. No puedo evitar reírme, tan previsible como siempre.

Caminamos un rato así, sin preocupaciones. Amamos la naturaleza, perdernos entre los matorrales. Conocemos ya cada escondrijo de aquel lugar.

¿Por qué empiezo a llorar?

Oh, fue entonces... Mi visión se hace borrosa. Sólo puedo pensar en una cosa. La tristeza pronto se ve transformada en rabia. Me acerco, lo despacho. Apenas tardo segundos. Ni siquiera sé cómo lo hice. Sólo me dejé llevar...

Me duele.

Me duele muchísimo.

Estoy en el suelo, mirándote. Me cuesta ver, respirar, existir. Todo mi cuerpo bombea mi sangre a una velocidad frenética. Mis latidos es lo único que oigo.

Esa fue tu marcha funebre.

Tu cuerpo rojo, el mío también. El mío de su sangre, el tuyo de la tuya. Ahora todo eres tú. Sólo tú. Nada importa. Nada. ¿Por qué? Esa es la pregunta. Nadie la ha respondido, nadie. Y nunca se resolverá. Porque no fui yo. Pero eso no les importa. Así lo decidió el martillo, eso es lo único que importa.

¿Por qué nos desvanecimos?

...

Estoy contigo.

Siempre lo has hecho.

 

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