Consentida Mía.

 

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Introdución

En el instituto y en la universidad

La primera vez 
no te conocí. 
La segunda, sí. 
Dime 
si el aire te lo dice. 
Mañanita fría 
yo me puse triste, 
y luego me entraron 
ganas de reírme. 
No te conocía. 
Sí me conociste. 
No me conociste. 
Ahora entre los dos 
se alarga impasible, 
un mes, como un 
biombo de días grises. 

La primera vez 
no te conocí. 
La segunda, sí.

Federico García Lorca

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Prólogo:

Recuerdo nuestra historia como si hubiese sido ayer.

Ella tenía 17 años, casi pisándome los talones en edad, su seguridad y su mal carácter eran él único motivo que me habían llevado a prestar la más debida atención a sus acciones y a sus palabrerías. Compartíamos una clase en particular, en donde el docente que nos instruía, era ni más ni menos que su ex novio, causa principal de nuestro acercamiento en aquellos días; mi corazón se debatía estúpidamente entre un amor platónico de años, causante de mi ingreso en aquel instituto de Artes, llevándome a conocer y a amar a Mandy, más de lo que alguna vez había podido creer.

Seis años han pasado de todo aquello.

Ahora, con tantos años encima y nuestras vidas realizadas, cada uno tomando su propio destino, y volviendo a reencontrarnos años atrás; recordaba el amor que había llegado a tener por aquella bonita castaña, tan consentida por sus amables padres, Los Santana. A quien había llegado a querer como si fueran mi propia familia, por quien estoy tan agradecido y siempre estaré, hasta llegada la hora de mi muerte.

-Mis pésames Luca. -manifestó sus condolencias más  Rafael.

Su mano golpeteaba mi espalda en señal de ánimos , y demostrando el gran cariño que lograba tenerme.

-Gracias Rafa...

-Lo siento tanto Luca, esto fue tan repentino. -habló de pronto Luciana, prima de Mandy y ahora, esposa de Rafael. Me abrazó con inmenso cariño, sobando mi espalda.

No debía dejarme vencer por la tristeza de haber perdido a mi amada esposa a la edad de veinticuatro años, muchos años había pasado a su lado, luchando con ella contra la muerte, de nuestra unión había nacido Amanda, una bella niña de piel blanca y de ojos grises. Tan bonita como ella no existiría en el mundo. La belleza de mi pequeña hija de exactamente seis años, radicaba, no solo en su apariencia, si no que su fuerza ante la vida, al igual que su ya fallecida madre eran evidentes.

Amanda Valiente, mi pequeña hija, padecía de un trastorno genético causado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21. (o al menos una parte de ella) en vez de los dos habituales. La causa más frecuente de discapacidad cognitiva psíquica congénita  y  su nombre se debe a John Langdon  Down, que fue el primero en describir esta alteración genética. Mi pequeña Mandy sufría del famoso síndrome de Down, y mi deber era cuidarla ahora y siempre, muestra del mas puro amor que alguna vez había llegado a tener por su madre, y que sin reprimir, sentía por ella, más que por nada en el mundo.

La admiración y amor que sentía por  Amanda no tenían medida y crecían cada día, sabiendo la lucha que vivía, sin quejas y sin prejuicios, viviendo-la a su manera, a esa manera tan traslúcida e inocente en ella. Mi pequeña había nacido con un problema más,  cardiopatía en un grado mayor del 50%, a lo que ella había luchado, y salido en triunfo; pero no disminuía mi preocupación parental, pues a sabiendas de la inmunodeficiencia y susceptibilidad a las infecciones, acrecentaban mis miedos y dudas, además de otras tantas enfermedades asociadas a este síndrome, sin duda alguna ella era una luchadora diaria, y yo sabía que ella moriría a una corta edad, aunque aún seguía la esperanza vivificante en mi ser, de que ella viviría una vida mayor, como ya se han llegado a registrar, sobre personas con éstos mismos problemas con edades tantísimas, fuertes y sanos. Incluso viviendo más que el porcentaje normal de tasas de mortalidad en personas gozosas de buena salud.

Me tocaba vivir ésta vida con mi hija, mientras nos alejabamos del sepelio, dejando atrás un funeral y la copa amarga de la muerte de mi esposa, mi mente vivió nuevamente lapsos del pasado, volando a ella, vacilé con mi hija caminando a mi lado, ¿Que habría pasado de ella? seis años lejos de Amanda Santana. 

Lo último que había sabido de ella, había sido muy poco, no había dejado de amarla con tanta pasión desde la primera vez que caí en cuenta de mis sentimientos por ella, sacrificando el amor por el deber, y la pasión por la verdadera razón de brindar felicidad a una mujer, quien también había amado, incluso muchos más años que a la propia Mandy.

No estaba arrepentido de mi elección, no lo estaba. Ella fue mi gran amor, lo fue, y sé que si en verdad fuera mi verdadero amor, volveríamos a encontrarnos ahora, y volveríamos a amarnos como nos habíamos amado en la distancia, como aquella vez, hace tanto.

Los años pasaron. Cuatro exactamente, en la vida de Luca y su hija Amanda, con la esperanza ciega sobre la mortalidad de su hija, y una fe en encontrar nuevamente a su antiguo y más intenso amor de instituto.

***

En su cuarto, Mandy Santana escribía con elocuencia y tristeza en su computador, hace tanto había dejado su anotador de sentimientos y creencias a un lado, para volverse parte de la tecnología.

"Diez años, diez mortifican-tes años habían pasado como un soplo, como el abrir y cerrar de ojos, con tanta rapidez desmedida." -escribía ella, concentrada en aquella pantalla- "Hoy, sin saber el día ni la hora, de un invierno veraniego, o viceversa, pues a mi parecer las estaciones se habían volado la cabeza, quedando así sin la menor idea de quien prevalecía aquel mes de julio, en Madrid, España.

Con mis veintisiete años de edad, sin hijos y recientemente viuda de Castellanos, me encuentro en planes de viaje. Dejaré para siempre esta bonita ciudad, y éste bonito país que me acogieron a mi y a mi esposo Gregor, un lugar que nos había brindado tanta felicidad por al menos tres años, tornándose luego, gracias a mi querido y difunto esposo, en un calvario los últimos cinco años restantes, de los ocho que llevábamos casados, en penurias producidas por las adicciones de mi marido, a los narcóticos, que a la vez lo habían llevado a la muerte temprana.

Mi querido Greg, muerto en manos de sicarios, que con intenciones de cobrarse la totalidad de la suma, que con evidencias debía a aquella banda de criminales, yacía frente a nuestro instituto de Artes "Instituto Superior de Artes Miss Catellanos", con veinticinco balas incrustadas en su cuerpo,  en repartidos sitios de él, entre ellas, cinco en el corazón y una justo al medio de la cabeza; aguardaba la esperanza de ser el blanco siguiente, y con intenciones de velar a mi esposo en su tierra natal, emprendería mi viaje en no menos de cuatro horas, con el cuerpo envasado de Greg, llegando casi a la par de mi llegada. 

Por lo mas, está de más concluir con mis intenciones próximas, he decidido ir en búsqueda de un alquiler donde poder abrir mi propio instituto, con un nombre menos suntuoso y comandado por mi misma en su totalidad. "

Mandy cerró el ordenador, dejando algunas lineas más para después, todo lo que había vivido estos diez años, lejos de sus familiares, lejos de su vida de adolescente, la hacían querer estar sin más en aquel sitio, la añoranza se había acrecentado en sus sentimientos. Débil y cansada de tanto lamentarse por la pérdida de Greg, no por haberlo amado tanto, más bien los últimos años, la comodidad con la que vivían, ya no había sido comodidad y las deudas los embriagaban de privaciones a los que ella no podía tolerar, el divorcio era lo único que le quedaba, y había tenido planes de pedírselo esa semana misma, si no hubiera sido por su trágico final. Vendió el instituto a Noelia Zarza, administradora del lugar, dejándolo como estaba, pero ya no más en su poder. Dejando esos problemas de lado, sus esperanzas de ver a sus padres y exs-amigos crecía y crecía, que su corazón se le salía del pecho, una esperanza de volver a encontrarse con Luca le brindaba aquella sensación.

La castaña recordó los motivos de haber dejado su amor por él, en aquel baúl, tan bien doblado y bajo llave. Él se había casado con Nath Vallejos, apenas se habían hecho novios, tan repentina y secreta boda la había lastimado como a nadie, y para entonces Mandy se había jurado nunca más amar a alguien de aquella manera, en la que había amado a Luca, dejo sus tontas esperanzas a un lado y emprendió el largo camino al aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid.  Dejando atrás, por completo lo vivido allí.

-España querida, serás siempre mi segunda casa, yo siempre seré tuya. -se despidió mientras una lágrima brotaba de sus ojos.

Tomó su equipaje de mano y subió a la rampa del avión, emprendiendo el vuelo a su nueva, pero vieja vida, con sus padres que la esperarían con los brazos bien abiertos, de eso estaba más que segura.

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Capítulo 1

 

"Asomaba a sus ojos una lágrima y

a mis labios una frase de perdón...

habló el orgullo y se enjugó su llanto

y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro,

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: "¿Por qué callé aquél día?"

y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo? "

-Guatavo Adolfo Bécquer

 

***

Luca salió corriendo de su casa, llevándose por el pecho el florero de porcelana adorado de su madre.Se oyó un "Plics" al caer y romperse en pedacitos, su madre salió tras el maldiciendo por sobre su espalda, levantando el puño agitada. El la ignoro sin rencores, después se ocuparía de ello. Llegaba tarde a su primer día en el Instituto de Artes Superiores Clifton tropezando con sus talones.

-¡Hey Broooh! -escuchó a lo lejos, apenas reconociendo.
Una voz familiar, dio media vuelta y visualizó a lo lejos la fornida estructura de su amigo Rafael.
-Rafael,¿ hace cuanto has llegado?- Preguntó curioso, sospechaba que acababa de hacerlo al igual que él, aminorando así la culpa de sus hombros.
-Ahora. Ya me conoces...
Y sí lo hacía, el próximo parlamento de su amigo ya se lo imaginaba "llegar tarde es de chavales respetables" la excusa a su falta de responsabilidad.

llegar tarde es de chavales respetables, ¡Hombre! - ahí estaba ese parlamento, como se lo había imaginado, tanto lo conocía que hasta sus palabras se volvían algo predecibles, lo había escuchado más de 10 veces en estos 10 años de amistad.

-Si, si, si...ya que estamos atrasados respetable mente -ironizó él. -deberíamos entrar juntos a la clase.

Su amigo y él habían tomado el mismo horario, las clases abarcaban los días Lunes, Miercoles y jueves, eran los días que habían elegido ellos, por si me lo preguntan, ellos creían que los viernes eran días intocables, días donde podrían salir y liberarse de todo, embriagarse hasta más no poder y conocer a alguna que otra nena buenorra que los divirtiera por un tiempo.

-¡Hombre, que pensarán que somos una pareja Gay!-repetía Rafael, mientras era prácticamente arrastrado por Luca al aula, les tocaba la "B7". Cuando ingresaron al correcto. Luca con el semblante airoso y los ojos entornados, odiando a su amigo por ser tan ofuscado por perjuicios. Rafael pasaba mirada lívida a una niña que salía del aula, casi corriendo.

-¿La viste?-preguntó a su amigo, tomándolo del codo, recuperando la compostura y observando la entrada con curiosidad, por si aquella chiquilla se presentara nuevamente.

-¿A quien?- preguntó el molesto y medio triste, el despiste le había costado embelesarse por una más.

Rafael rodó los ojos ofuscado. -Primero haces creer a todo el instituto que...bueno, eso. ¡y ahora no ves a la mamacita que nos pasó por enfrente! ¿Has olvidado tus ojos hoy?

Luca puso los ojos en blanco, no podía pedirle que este al tanto de todas las niñas del mundo, aunque le gustaran muchísimo, no era del tipo que las perseguía a todas, sabía que en cualquier momento su vida de "hombre libre" terminaría, y sus días de "loco enamorado" surgirían en cualquier momento, solo era tiempo de esperar a la indicada.

Tomaron asiento, mientras la clase sucedía lenta y ligera. El primer día siempre consistía de juegos para conocerse mejor y charlas interminables, algunas que otras improvisaciones y discursos sobre "el empeño y la responsabilidad para lograr aprobar el semestre"

_Si todo iba bien._ se dijo para sí, Luca. _Tomaría en serio aquella dique carrera y buscaría un patrocinador que lo llevara a la sima, debía pensar en positivo, de todos modos ¿Que de malo pasaría?.

-¡Oye ahí esta de nuevo!-lo codeó Rafael, señalando con la cabeza hacia el marco de la puerta.

Las clases habían terminado, ya se encontraban en la hora del descanso entre asignaturas. Luca visualizó hacia el sitio que su amigo le mostraba con un ademán; Ella estaba ahí parada con las manos entrelazadas al frente, mirando curiosa dentro de la sala, parecía no encontrar lo que sea que buscaba con la mirada. Su ropa era adorable, vestía una faldita con pliegues en color menta, junto con una blusa de mangas infladitas con detalles de encaje en algún rosa viejo, casi blanco, sus zapatos, de cordones y textura presuina, un balmoral femenino y dulce. Su cabello recogido en una coletilla alta, que le quedaba de maravilla, aunque algunos pelillos se le salieran del agarre.

Claramente era una niña muy bonita y adorable, lo cual no le daba buena espina, podría jurar que se trataba de una niña consentida y falsa, con esa pinta de buena y dulce que escondía a la arpía y maleducada de su interior.

-¡Me encanta!-le reveló Rafael a Luca, él quedó callado, sabía que Rafa se metería en problemas tras esa niña, aunque no opinara sobre ella, sabía con exactitud lo que las personas guardaban en su interior, fuese como si pudiera leer entre lineas y encontrar el verdadero ser de cada una.

-Cuidado Rafael...-comenzó diciendo, para ser interrumpido abrupta mente.

-¿Buscas a alguien? -preguntó amable Rafael, no se dirigía a su amigo, eso era obvio. Se encontraba hablando a aquella femenina niña que lo había dejado con la baba colgando.

Ella lo examinó con la mirada al chico, sus ojos penetraban su cuerpo. Rafael se removía incómodo, si ella lo ignoraba, el ya desinflado ego de su amigo se extinguiría como el humo.

-¿Me hablas a mi? -preguntó finalmente.

Su voz era peculiar, ni estridente y aguda, ni ronca y gruesa. Más bien como un punto medio, como una combinación de ambas.

-Y-yo, podría ayudarte...-contestó dudoso. Luca podía verle las pequeñas gotas de sudor agolpándose en su frente.

-¡Oh! no lo creo bicho...-respondió ella, ¿A qué se refería? Claramente habían escuchado bien, lo llamó bicho, sin descaro y sin parpadear siquiera.

-¿Cómo? -preguntó de golpe, metiéndose en la conversación a regañadientes, no permitiría tal comentario maleducado hacia su mejor amigo.

Ella pasó ojo al chico, analizándolo. Carraspeó un poco y habló.

-Este fue mi aula cundo también era una bicha...Ahora, buscaba a mi prima, de todos modos gracias.-torció los labios tratando de sonreír con amabilidad, cualquiera que la viera así diría que había chupado un limón y no más bien que hubiera tratado de sonreír, esa niña que pensaba adorable, ahora giraba sobre sus talones, dirigiéndose con pasos decididos a quien sabe donde, en busca de prima.

Ni siquiera se había molestado en presentarse, ni en tratarlo con amabilidad, esa niña se le había clavado en el trasero como espina molesta, su actitud la aborrecía, era bonita y dulce por fuera pero a él ya le empezaba a desagradar, Luca en ese momento supo que sus días en el instituto se tornarían más que interesantes con el correr de los días.

Rafael le dio un golpe en la cabeza con la palma, sacándolo de golpe de sus vacilaciones.

-¿Que es lo que piensas? Ahg, esa niña es una fiera...¡me encanta!-confesó Rafael extasiado, percibió en sus ojos un brillo producido por el lívido que sentía hacia aquella arrogante niña bonita, no podía decir nada. Rafael no era del tipo que buscaba a alguien para asentar cabeza, el sería un casanova eterno no le pareció mala idea ver a aquella chica en brazos de su amigo alguna vez, por alguna razón lo había ofendido, pero no sería correcto vengarse por razones inestables, lo mejor era dejar a su amigo mover las piezas para conquistarla y luego dejarla, como con todas, de paso de divertiría admirando los hechos de lejos, sabía que aquella niña no se lo pondría fácil, pues cada poro de su piel denotaba orgullo y arrogancia, inescrutable en toda chica mimada.

-¡Ve a por ella chaval!-lo animó Luca, carcajeándose, mientras pensaba malvadamente en contra de aquella desconocida. Su amigo lo miró de reojo molesto por su exagerada risa.

-A que iré por ella y la tendré de rodillas frente a mí.-apostó su amigo con clara mirada lasciva y un semblante oscurecido por el mismo.

-Cuando la tengas de rodillas en algún lugar, fotografía la que no te creeré tan simple.- re apostó él.

-Ya verás- dijo Rafael, tan seguro como que se llamaba de aquella manera.

Caminaron rumbo a la cafetería absortos en sus opiniones sobre aquel bar que habían visitado el fin de semana pasado, aquél lugar donde se levantaron a esas universitarias sexys que no dudaron en mostrarle lo que sabían hacer mejor. Luca levantó la vista después de ordenar un café cargado, buscando un lugar dispuesto, de pronto sus ojos fueron atraídos por aquella misma silueta vestida de colores pasteles que había visto minutos atrás. Sentada al lado de otra niña igual o incluso más bonita que ella, de cabello lacio y suelto y un atuendo más relajado y desinteresado que la primera. 

-¡Que cafetería de mierda!-opinó Rafa, de nuevo sacándolo de sus ensoñaciones nuevamente. -¿Que miras?-preguntó al verlo perdido.

Dirigió la mirada directamente en donde Luca la había traído puesta hace unos segundos, entonces lo comprendió, o al menos eso creyó.

-Ya veo, la niña esta mona, incluso es más sexy que ella...-vaciló Rafael. ¿De que demonios hablaba?

Sus ojos se ensancharon dudoso hacia la dirección de esa niña arpía, entonces lo comprendió, Rafael se refería a la niña de al lado, la relajada, la que parecía gozar de la vida a integridad. Crean que su aspecto y sus gestos llamaban a cualquier cazador como lo eran ellos, pero ahora se encontraban muy ocupados admirando a la pequeña niña pintada de rosa que se habían encontrado hace unos minutos.

Mandy visualizo con su vista panorámica la mirada insistente de aquellos dos chicos, al fornido demasiado baboso y al atlético demasiado...ni siquiera sabía como a podarlo. 

-Mira Mandy, esos chicos guapos de allá no me quitan la vista de encima. -ronroneó su prima Luciana, y efectivamente ellos miraban insistentes hacia su dirección, pero no precisamente mirándola a ella exclusivamente. Mandy asintió desinteresada, haciéndole creer que era el centro, cuando no lo era.- Están muy guapos...-continuó diciendo.

-Son nuevo ingreso...¿Que no son de tu clase? -preguntó con intriga.

-¡Claro, y están monisimos! Mira, ese de allá -señalo su prima al fornido baboso. -se llama Rafael, es todo un Adonis griego. -dijo ella con entusiasmo.

Ella pasó mirada sobre el otro, su amigo, uno que suponía era igual de baboso, aunque no estuviera del todo segura.

-Para lo que me interesa su nombre- dijo ofuscada, apartando la mirada del baboso, entonces se dirigió nuevamente a su prima, curiosa, preguntando -¿Y el otro?

Su prima sonrió burlona.-¿No era que no te importaba?.

-No me importan, los bichos son una perdida de tiempo, yo llegaré a la cima pronto, recuerda lo prima. -espetó un poco hastiada de todo y más por la insinuación de su prima, ¡que insolente se había puesto!

-Lo que sea, él se llama Luca, me encanta su nombre, es como italiano-opinó.

Mandy volvió a mirar hacia sus direcciones sopesando el paso constante del fornido baboso, acercándose a su sitio, seguido de su amigo que ponía cara de exasperación inminente. Lo que le faltaba volver a entablar conversación con esos idiotas.

-Luciana, es tu culpa, los has desnudado con los ojos. ¡Arreglaros ustedes! -dijo Mandy, mientras tomaba su bandeja bacía y se levantaba de un salto, tarde, pues Rafael ya la tomaba de la muñeca con una expresión indescifrable y una sonrisa pícara.

-¿Donde vas? quiero conocerlas. -dijo el, buscando a su amigo y tomándolo por la cabeza mientras lo apretaba con su brazo -¡y mi amigo también!- agregó mientras lanzaba un guiño a la pelinegra sexy.

Mandy observó a Luca, rodar los ojos molesto, estaba claro que no le quedaba de otra que seguirlo a sus juegos absurdos de coquetería barata.

-Eso me encantaría, y a Mandy...-opinó Luciana amable, ella la miró tornando los ojos en blanco, ¿Por que le decía su nombre? ¿Acaso era idiota? ¿Que parte de "Por lo que me interesan los bichos" no comprendió?

-Que nos encantaría, ni nada como eso, a mi no me agrada la presencia de estos.- hizo un ademán indicando la dirección de esos dos ejemplares de chicos.

Rafael rió nervioso, mientras codeaba a su amigo que se encontraba absorto en sus pensamientos, serio, molesto con su mejor amigo y con esa niña grosera.

-¿Por que dices eso? Apuesto a que te gusto-bromeó su amigo, utilizando la maniobra de evasión.

-Ni en un millón de años-contestó desafiante aquella niña.

-Ni en un millón de años sería verdad lo que Rafael te insinúa, de igual manera, solo está siendo lo que es un seductor.- se interpuso campante en la conversación tan reacia que mantenían esos dos, dejando a su amigo en vergüenza, debía salvarlo de esa lengua filosa de una vez. -Pero veo que nunca has recibido un coqueteo en tu vida, créeme chiquilla, si sigues así el último que escucharás será el de Rafael.

Ella lo fulminó con la mirada, echaba chispas, sus palabras la habían molestado como se proponía, no estaba feliz pero si se sentía bien, poniéndola en su lugar.

Su amigo le agradeció con un gesto simple, tomándolo del antebrazo, para que relajara los puños que los tenía apretados, amenazante, más bien pareciera que ante cualquier signo se lanzaría contra la niña arpía que tenía en frente, y no necesariamente con fines sexuales o sentimentales, si no para recrear la escena de la segunda guerra mundial en plena cafetería.

-¡Esfúmate! -la escuchó decir arrastrando cada sílaba, y no se refería a Rafael, si no a él.

-Ya escuchaste a tu prima, esta feliz de que la acompañemos, y es lo que haremos. -dijo Luca, tomando asiento, y colocando su café sobre la mesada.

-Que molesto chico- graznó ella, era como un graznido. Luca dirigió su semblante a la chica, buscando sus ojos, para apresarla en una conexión desafiante de miradas, pero no la encontró, la niña tenía la frente muy en alto y el pecho inflado, su orgullo se inflaba y él deseaba pinchar de una buena vez.

-Y tú, una consentida. -dijo, consiguiendo al fin la mirada de odio de tal, recogió sus cosas y se fue chiflando, él se sintió vivo. Poniendo en su lugar a personas como ella, eso siempre había sido su causa social, chicas y chicos que se creían "la ultima coca cola del desierto" pisoteando a los demás, solo por inflar sus pechos un poco más cada vez.

No sabía por qué pero ya le había declarado la guerra a esa chica, mientras ella también se alejaba diciendo "No cantes victoria, que esto es solo el comienzo, Luca." arrastrando su nombre al final, con la idea naciendo en su mente, se pondría manos a la obra para hacerlo pagar por tal humillación, de eso estaba segura.

-¡COMO QUE ME LLAMO MANDY!- concluyó diciendo entre los pasillos del instituto.

Miércoles, otro día que les tocaba instituto, Luca no tenía idea del porque asistía de lo más campante, ni siquiera del por qué había aceptado ir desde un principio.

-¡Vamos Luca, hazme el favor! Allí tambien estará Nath, y podrás verla...-insinuó su mejor amigo. Rafael conocía la estrategia perfecta para hacerlo ceder ante cualquier petición. "Nath Vallejos".

Nath vivía a unas 4 cuadras de la casa de Rafael, prácticamente eran vecinos. Ella era una de las razones por las cuales Luca visitaba tan a menudo a su mejor amigo, y Rafael lo sabía, más no le reprochaba, estaba tan maravillado con la obsesion de su mejor amigo por una simple niña.

La niña rondaba por los 1.64 cm de altura, bastante baja, tenía como unos 16 años. Su pelo cobrizo y su tes blanca volvían loco a su mejor amigo, para Rafael era bonita, interesante, pero desde que había puesto los ojos en esa cabra ida llamada Mandy, ninguna chica era aceptable ante sus ojos.

-Vale, pero que conste que lo hago por nuestra amistad. -aceptó Luca estrechando su mano a Rafael.

Luca recordó el motivo con expresión molesta, en momentos como esos odiaba la astucia de su mejor amigo, y se odiaba a si mismo por caer tan fácil con tal solo la nombrara.

Caminó pensativo hasta el instituto, iba bastante adelantado en el horario, no como la otra vez. Llego cuando marcaban 20 para las 8, horario en el que comenzaban las benditas clases, decidió que lo mejor era esperar a su atrasado amigo fuera del aula, y de paso se fumaría un pitillo, para contener su evidente molestia al despertar temprano para tales clases de mierda.

Ya fuera del aula, buscó un lugar conveniente para disfrutar de la soledad. Se encontraba en la segunda planta de entre las rejillas de protección que envolvían las escaleras, mirando el horizonte, inmerso en su mundo, en sus pensamientos, tenía unos deseos de fiesta y alcohol. Ya había anotado tal deber para el fin de semana.

-Luca, ¿Eres tú?- la voz de femenina, cálida, le llegó acunando sus oídos, ni más ni menos que Nath Vallejos se encontraba de pié, mirándolo curiosa.

-Si...Nath, ¡sorpresa!-dijo más animado de lo común, ya se lo estaba haciendo él día.

-¿Que haces tú en este lugar? No tenias la pinta. -aseguró juguetona, él no pudo evitar pensar que se veía bellísima con esos cabellos que caían en cascadas sobre sus hombros, resguardandose del leve frío de la mañana, junto con sus ojos marrones de un color cobrizo, semejante a su pelo y ese vestido a motas blancas en conjunto con sus botas bajas negras. Se veía apetecible sin más.

-Ya lo ves, me ha interesado de pronto.- confesó él un tanto apenado, sabiendo por lo que lo había hecho, ella no se percató de tal, ni aún estaba enterada.

-Me alegra, entonces...nos veremos a menudo. -dijo ella ya más animada por la confesión de Luca.-Perdóname, pero debo irme, hablamos luego...-anunció seguidamente Nath, él solo asintió jovial y la despidió con la mano al momento que la chica había dado vuelta para mirarlo de nuevo.

No se lo podía creer. Ni el tampoco, la chica de sus sueños se había alegrado de su presencia. Definitivamente había comenzado él día con el pie derecho.

Miró su reloj visualizando de nuevo la hora, aún faltaban 15 minutos, ya se estaba aburriendo sin Nath allí, junto a él, conversando.

-No puede ser...-espetó una voz algo conocida, aunque no sabía bien de quien se trataba.

***

Mandy tomó sus libros y caminó con pasos decididos fuera de su casa. Otro día más de instituto. Estaba feliz, su padre el día anterior le había regalado un nuevo móvil, el que tanto deseaba.

Desbloqueó su Iphone 6 que lo arropaba un estuche del color rosa pálido, para visualizar la hora, se hacía tarde. Ese día como todos los demás debía llegar exactamente 20 minutos antes, él instituto de artes era su pasión, y como tal debía ponerle empeño al máximo. Su pantalla le mostraban las 7 y 30 minutos, debía apresurarse si quería llegar temprano, o no podría seguir con su protocolo del día con naturalidad. Tan rutinario, tan suyo.

Guardó su móvil y corrió al instituto como de costumbre. Gracias a Dios que el instituto quedaba a 3 cuadras de su casa o estaría hecha un manojo de nervios. Al llegar se percató de que Nath bajaba animada las escaleras. ¿Que la tenía tan feliz? pensó.

-¡Mandy! -la saludó jovial su voz le calaba los oídos. Esa voz a veces la ponía de nervios, no entendía el por qué, pero algo en ella la molestaba un tanto. Además de que todos opinaban que si ella no se cuidaba las espaldas, Nath la sobrepasaría sin demora.

-Nichi...¿Por qué la felicidad? -preguntó acompañado del absurdo diminutivo que le había puesto, más como burla que cualquier otra cuestión. Lo bueno es que ella no lo sabía, la única que lo sabía era Luciana y estaba segura no la traicionaría, mientras tanto buscaría una manera de demostrar quien mandaba en el instituto, pues esa niña la molestaba como una piedra en el zapato con sus planes de triunfo, Nath siempre le pisaba los talones en aquél lugar, y Mandy no estaba contenta con ello.

-Acabo de ver al mejor amigo de mi vecino, el guapo y con aires de chico malo.- Nath se acercó a ella, tomándola de los codos para posicionar su boca a unos centímetros de su oreja.-El que me encanta...-susurró, llevando la vista a la parte superior de las escaleras, de donde ellas se encontraban a los pies, cuchicheando.

"¡Perfecto!" pensó Mandy, ya tenía un arma en contra de esa mocosa. Iría a coquetear un poco con ese chico del que hablaba, así pondría sacarla del camino, un corazón roto podría lograr cosas impensables, se dijo para sí. No habían dudas, atacaría desde esa posición.

-Claro, claro...estoy algo apurada, hablamos luego sobre...¡ya lo sabes!-la despidió, esperando que el chico que Nath acababa de mencionar, aún se encontrase ahí.

Subió con rapidez, dejando a la chica molesta con las palabras en la boca, y despidiendo tras su espalda. Se apresuró como nunca, nunca creyó que la "maldad" sería alguna vez su motivación, pero lo era, y debía concretar su apenas desarrollado plan. Al alzar la vista lo vio ahí parado, con un pitillo entre sus dedos y mirando insistente su reloj de muñeca.

"¿PERO QUE? QUE MAL GUSTO DE ESA MOLESTOSA" se dijo para sus adentros, ¿el chico era Luca? Su plan macabro se desinfló como balón pinchado. Sus ilusiones de destruirla sentimentalmente se habían acabado. No podía ser él de quien hablaba. ¿Que le veían todas las chicas? Sí, su aire de chico malo, y su rostro angulado casi inexpresivo era algo sexy, además de su estructura atlética y de esa altura sin igual que alguna vez había soñado, uno semejante como novio. No había nada más que pudiera hacer.

-No puede ser...-hablo desilusionada.

El chico miró a todos lados para luego señalarse confundido.

-¿Me hablas a mi?- abrió sus ojos de sobremanera, sorprendido. Algo en su mirada denotaba burla, y Mandy lo había comprendido.

No dijo nada y se apoyó a su lado, estirando el cuello y la cabeza hacia las rejillas.

-Nath acaba de hablar contigo, ¿No es así?-Mandy preguntó sin miedo, ignorando lo que él le había preguntado con anterioridad.

-No es asunto tuyo.-respondió tranquilo él, su rostro lo suponía, pero su tono era algo reacio.

-Así que se conocen...-indagó ella, ignorando nuevamente su rechazo.

-Sí. -aceptó al fin.-¿Hay algún problema? -de nuevo su tono reacio aparecía, y Mandy lo sobrellevaba casi como el viento a una hoja seca, en otoño.

-La hay. "No podré llevar al cabo mi plan"-afirmó. Mandy dijo esto último con voz apenas audible, susurrando.

-¿Qué?- a Luca le pareció haber escuchado algo, pero no estaba seguro.

-Nada. Métete en tus asuntos. Me voy, por que empiezo a creer que lo sordo y estúpido, se muda -sentenció reacia, cobrando al chico su antigua actitud de una buena vez.

-¡Estas loca! Vete, es lo mejor, también estoy temeroso de que tu inmadurez se mude.-agregó Luca molesto.

Rendida y desistiendo de su poder de seducción, trató de tomar compostura y subir a sus clases, pero algo que la jalaba del pelo no le permitió lograr su cometido, se precipitó al suelo, con ese tremendo dolor en el cuero cabelludo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿A caso Luca la tomaba del pelo? Lanzó un pequeño gritito agudo, como una nota en "si" perfecta. Giró casi a la vez, visualizando él autor de tal hecho, y no, efectivamente no era el idiota ese. Su cabello había quedado atorado entre las rejillas de alambre, en donde descansaba su cabeza anteriormente. 

Eso era vergonzoso irremediablemente. Y le había ocurrido en frente del niño que empezaba a odiar.

-No forcejéis , espera, te libero...-Mandy lo oyó decir. La estaba ayudando después de haber discutido tontamente.

-No es necesario. No me toques, saldré por mi cuenta.-anunció ella, molesta con él. ¿Como se atrevía a ser caballeroso cuando lo que más quería era vengarse de él? pensó ella, si lo hacía debía deberse un favor sin remedio.

-cómo tú quieras. -aceptó él, subiendo las dos manos, y apagando luego el pitillo de sus dedos. Decidido a bajar.

Mandy forcejeaba con su cabello, cuanto más jalaba sentía que más se atoraba en aquel lugar.

-¿Esto para qué mierda existe? AAAAAH-gritó exasperada, refiriéndose a las rejillas.

Cuando lo vio alejarse clamó por su ayuda. No le quedaba de otra.

-¡Espera!. Necesito de tu ayuda. -aceptó al fin, el dio media vuelta subiendo los escalones que ya había bajado, cuando se encontró nuevamente en su campo visual, la observo con esa sonrisilla suya tan irónica. Mandy Lo detestaba y él a ella.

Se acercó lentamente, y examinó la gravedad del atoramiento.

-Creo que debemos de cortarte este mechón.-opinó Luca. -No hay de otra Mandy.-concluyó.

La cara de la chica arpía se hundió en su sitio. Su expresión de limón chupado le causaba una gracia, que ya no pudo sostener la broma por más tiempo. Carcajeó, sosteniéndose el estómago. Ni en un millón de años podría volver a gozar de aquella expresión suya. Esa chica era su diversión en este instituto, y no lo podía negar siquiera.

-Eres un idiota. -soltó Mandy al darse cuenta de tal broma estúpida. ¿Que se creía? Maldito perro, lo haría lamer el piso, se juró.

-Ya está. -anunció después de unos minutos. Logró liberarla, entre risas y miradas de odios que Luca se ganaba de parte de la castaña.

-¿De qué te ries cretino? -pidió cuentas la pequeña arpía. Levantando su palma para encajarle una buena bofetada. Luca la tomó de la muñeca al momento que esta pretendía caerle en el rostro, la tomo con una mano por la cintura, mientras ajustaba el agarre de la garra filosa que ella pretendía encajarle en el rostro.

La miró. Posó sus ojos en toda ella, pudo notar que hoy, como en el comienzo de la semana vestía unos jeans claros desgastados, y una blusa rosa oculta por el blazer crema, lucía bonita, y no podía evitar pensarlo, esa fiera pequeña era bonita, su pelo desarreglado por lo que acaba de ocurrir, pero que anteriormente lo llevaba en su típica coletilla floja. Sus jeans la ahormaban de una manera espléndida, y ese blazer que llevaba acentuaba su cintura, mostrándose pequeña, y que él en ese instante la sentía pequeña en su agarre.

Elevó su mirada, percatándose de que Mandy lo perforaba con la suya, decidió mantenerla, era su manera de amenazarla. No pudo evitar, nuevamente y como ya se le hacía costumbre notar que aquella chica castaña llevaba el cutis limpio, a cara lavada, sus ojos eran más oscuros que los de Nath, pero más claros que sus propios cabellos, su iris tan negro como el pavimento, su nariz era pequeña, recta. Entonces, sus ojos buscaron sus labios, no sabía el porque, pero ahí estaba él, remojando los suyos instintivamente, bajo la atenta mirada feroz de Mandy, esperando como león de caza que su presa respondiese a cualquier indicio para abalanzarse encima. 

Ella movió la boca, una y otra vez tratando de emitir palabra pero no lo hizo. En vez de ello, mordió su labio inferior, dudosa, asustada.

Los labios de la pequeña iban coloreados de un rosa algo fuerte, su forma era redondeada en la parte superior, ni tan gruesas ni tan finas, exactas. "Pareciera un pico" pensó Luca juguetón. Sintió una necesidad incontrolable de besarla, de probarlos. ¿Sabrían a qué exactamente? cuestionó a su mente, se percató en ellos, que lo que se encontraba accionando no estaba para nada bien. Ni mucho menos lo que acaba de pensar.

La soltó alejándola de un estirón y se propuso bajar las escaleras para ir a lavarse el rostro, no sabía que ocurría con él ahí, teniéndola en sus manos.

-Ay-se quejó ella al deje del chico. -¿Qué ocurre contigo?- preguntó casi encima de la queja.

El calló ignorando la presencia de la joven.

-¿Cual es tu problema conmigo?-reclamó airada Mandy al sentir que Luca la ignoraba tan campante.

-¿Mi problema?-pensó Luca.

La miró recordando exactamente cuál era su problema con ella. Sus ojos se oscurecieron y todo lo que había pensado anteriormente se esfumaron de su mente.

-Mi problema. -repitió. -Que seas una consentida. -soltó de golpe, dejándola ahí perdida en sus cavilaciones, aturdida, avergonzada por lo que acababa de ocurrir.

¿Consentida? Vale, lo era un poco, o tal vez mucho, pero a su parecer eso no era motivo.

Subió las escaleras echando chispas nuevamente, ese niñato se las iba a pagar, pero debía pagárselas ya. No podía esperar otro segundo.

Las clases continuaron su transcurso habitual, de vez en vez lo veía cruzar su aula, Mandy no se había acercado a la B7 ni siquiera para buscar a su prima, aún estaba algo avergonzada por lo que había ocurrido en la mañana, y prefería idear una forma de vengarse, callada, atenta.

-Mandy bonita...-escuchó de pronto, sacándola de golpe de sus planes malvados, aquellos que se encontraba ideando.

La voz era masculina, gruesa y algo raspada, como las de un cantante de Blues. Dio vuelta en el banco donde descansaba, buscándolo, con la esperanza de que fuera Luca con una disculpa. Tenía la esperanza también de que se hubiera resfriado de pronto, porque aquella voz no sonaba para nada igual a él.

-Ah, eres tú. -contestó desanimada al verlo, no pudiendo ocultar su desánimo en la voz.

-¿No te alegra? pensé que lo haría.-confesó él chico.

Se trataba de Jeremías Baudish. Un chico de las clases avanzadas, de unos 20 años de edad, piel blanca como la leche, ojos grises, sus cabellos tenían algunos destellos de rubio, y por lo cual todas las chicas del instituto se referían a él como "El rubio" cuando no sabían como nombrarlo.

-Jeremías. -llamó su atención Mandy, sin ningún sentimiento en el rostro.

-¡Que no me digas Jeremías! dime Jeremy. -la corrigió él.

-Pasa aquí tu identificación. -ordenó ella, señalado su palma, harta de sus juegos.

-Bien...pero, ¿por qué lo necesitas? -preguntó pasando su registro de conducir a la niña, intrigado.

-Para ver tu verdadero nombre -contestó calmada. El abrió los ojos de par en par. -¿Ves? Aquí dice Jeremías Nicolás Baudish Pérez. Te llamas Jeremías. -concluyó ella, con un brillo de arrogancia merodeador en sus ojos marrones.

-¿Para eso lo querías? Me vale madre. Tú me llamas Jeremy y no hay discusiones. -concluyó él ante aquella pequeña arrogante de 1 metro 67 cm.

-Pues no lo haré.-anunció ella, molesta.

-¡A callar! Lo harás a fuerzas. ¿O quieres que te bese para que calles?-preguntó el, acercándose desafiante a ella.

Luca pasaba a un costado, oyendo lo que Jeremy acababa de decir a aquella consentida. ¿Acaso era su novio? No veía la forma de que no lo sea, se imaginaba que esa clase de chicos eran la debilidad de esa niña, y no solo de ella...No podía evitar sentirse molesto por alguna razón. Desvió la mirada de esa dirección, no quería ver escenitas de amor por nada del mundo.

Mandy lo vio alejarse reacio a lo que ocurría ahí, su expresión era dura e indescifrable. ¿Que le ocurría?

-¡Quítate de encima Jeremías! -le reclamó ella.

-No, debes pagar por tu insolencia. Acabas de llamarme así, de la forma prohibida. -contestó él, apresándola con su tosco agarre.

Obviamente era mas fuerte, era mayor y más grande que ella.

Luca al escuchar la queja de la joven volvió la mirada a su dirección, observando curioso tal escena, sonaba ofuscada, no quería entrometerse en asuntos sentimentales, pero no iba a dejar que la obligaran a algo en contra de su voluntad.

La vio siendo forzada a besarle, Caminó decidido a salvar a su enemiga. Jeremías se acercó a ella de un sopetón, más rápido que la velocidad de la luz, ni siquiera Mandy lo vio venir, encajando de improvisto un beso efusivo, vano, en los labios de ella, Mandy se removió furiosa en el lugar, y se levantó de golpe, limpiándose la boca con la ante-palma y lanzandole un carnet por el rostro a aquél joven abusador.

Al pasar al lado de Luca, no pudo evitar mirarlo furiosa. No esperaba su ayuda, pero algo en su interior le decía que tuviera esperanzas.

-¿Divertido? -preguntó él al encontrar sus ojos airados. De nuevo sentía esa sonrisa burlona sobre sus labios, no la tenía impregnada en la cara, pero ella sabía que estaba ahí, amenazante.

-Desaparece de mi vista. -ordenó Mandy.

-Deberías tratar mejor a tu novio.- opinó él, relajado.

-¡Que te den!-afirmó ella golpeándolo en el pecho. - NO ES MI PUTO NOVIO. -alcanzó a decir entre gritos, mientras se alejaba de aquel lugar, esa escena tan repugnante y que la avergonzaba. De nuevo había pasado vergüenza ante ese idiota llamado Luca, nada podía salir peor...

Ese día había sido el peor para la chiquilla. Deseaba ser tragada viva por la tierra.

"Tan solo una clase más" se dijo para sí. Dándose ánimos. Todo terminaría pronto, ese día de mierda terminaría, y entonces en la comodidad de su cuarto, podría pensar la manera más factible y sin errores del qué vengarse de esos 3 idiotas.

"Nath, Luca y Jeremías" anotó en su listado de personas odiadas. Ya en la comodidad de su habitación.

Ya verán de lo que soy capaz...-

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Capítulo 2

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Capítulo 3

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Capítulo 4

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Capítulo 5

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Capítulo 6

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Capítulo 7

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Capítulo 8

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Capítulo 9

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Capítulo 10

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Capítulo 11

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Capítulo 12

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