Si me amaras.

 

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Prólogo

Día de amor, día de sol.

Era un 14 de febrero. Para mi mala suerte, cumplía años este mismo día. No era la hija de cupido, ni mucho menos. Pero si la hija del chocolatero más famoso de la ciudad.

No crean que no me enorgullece mi padre, claro que si,  es trabajador y esforzado. Lo único malo es que justo hoy, la gente de todos los pueblos y todas las ciudades levantaban pedidos a mi amable padre.

Siempre es lo mismo, un cumpleaños más sin su atención, ¿Por qué la gente regala chocolates?

Los odiaba, es más, si alguien me regalaba chocolates, no sufriría tirándolos a la basura. Los chocolates me han quitado a lo único que siempre he tenido.

Mi padre.

De nuevo un cumpleaños sin él, está más que ocupado con sus chocolates. A veces deseaba no tener un padre tan habilidoso, soy joven, y necesito de él, más que de sus chocolates inmundos. Podría sonar inmadura, a pesar de mis 20 años de edad, pero la verdad es que sentía tanta rabia y celos.

Mi vida sin chocolates, sería perfecta y aun más, sin la necesidad de tener que heredar luego esta fábrica odiosa. Aunque eso era otro tema...

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Capítulo 1

Bajé apresurada las escaleras, quería ver a mi padre un día más antes de volver a la universidad. Sólo me quedaban 4 semanas con él.

Este era mi día especial, cumpliría los 20 años, mi padre se había casado con mi madre a esta edad, un 14 de febrero, así es, un día como hoy, lo cuál como ya se imaginarán era más que importante para nosotros.

-¡Buen día padre!-saludé entusiasta.

-Buen día mi pequeña niña...-dijo mi padre, con un guiño.

¿Pequeña niña? Está bien, lo dejaré pasar, al fin y al cabo es mi ultimo día de niña. Al menos oficialmente.

-¿Cómo has amanecido papi?- pregunté, esperando que mi padre me felicitara.

-¡Perfectamente! solo que, tengo la sensación de haber olvidado algo importante...-dijo buscando alguna cosa por la cocina, con la vista.

"¡Haz olvidado felicitar a tu hija por su cumpleaños!" Gritaba por dentro. Mientras centraba mis ojos en papá, mientras este levantaba las cosas y se rascaba la barbilla pensativo.

-No puedo creerlo...-dije al fin, rendida. Ya habían pasado más de 15 minutos, y papá aún no recordaba felicitarme.

-Ah, ¡ya me acordé!- dijo con entusiasmo  mi padre, mis ojos brillaron de esperanza al ver a mi padre caminar a mi dirección.

Abrí los brazos emotiva, sin embargo mi padre pasó de largo, dejándome sola en la cocina. Sola con sus chocolates. Resignada, me senté en la butaca perteneciente a nuestra mesita-bar, esperando que mi padre volviera con algún delantal o algo parecido, para seguir en lo suyo. Creando el mejor chocolate del país.

-¡Felicidades hija, eres toda una mujer! -dijo, abrazándome por detrás y depositando un regalo frente a mis ojos, ¿Cómo pude creer que él olvidaría mi cumpleaños? sin dudas es el mejor Papá/mamá del mundo. Desde que mamá murió, el se ha encargado de mi, con valor, me ha dado su comprensión y afecto, nunca podría pedir más que eso.

-Papá eres encantador...-dije dando media vuelta para abrazarlo, con apenas un hilo de voz, emocionada y a punto de llorar.

-Ábrelo, te gustará...-contestó, limpiando mis lagrimas con su dedo pulgar.

Así lo hice, y pude visualizar el mejor regalo de la existencia. Un libro perteneciente a mi madre, ella lo había escrito para mi, mientras se encontraba embarazada, mi padre lo había guardado por tantos años para dármelo a modo de regalo, algo significativo un día especial.

Todo esto lo sé, por que siempre me lo decía con ojos llorosos y voz quebrada, realmente deseaba tenerlo, y ahora que ha llegado el momento y lo tengo entre mis manos, me han llegado de una vez todos los sentimientos, no estoy segura de si reír o llorar, solo sé que me motiva a seguir al lado de ésta, mi familia. El único que me queda de ella, mi padre.

-Papá es el mejor regalo del mundo, te amo.-concluí y lo abrasé nuevamente, llorando en sus hombros. ¡Fue un gran inicio de cumpleaños! lo malo es que en algunas horas, mi padre estaría ocupado, y yo pasando junto a su ausencia, y mi soledad.

-¿Tienes planes? -preguntó él, mirándome por el rodillo del ojo.

-Si...Danna no me ha dejado en paz desde hace UNA semana con este tema. -expliqué desganada.

-Ten paciencia, es tu única amiga, pequeña solitaria...-aconsejó mi padre.

La señorita Rogers, comúnmente conocida por el nombre de Danna. Ella, pues ella es a quien llamaba "mi mejor amiga", y la única en realidad, la amaba, pero también perdía la paciencia con ella muy fácilmente. Se trataba de nuestros temperamentos tan desiguales, mientras yo era Melancólica, tranquila y perfeccionara; ella era una Sanguínea empedernida que me volvía loca con su excesiva hiperactividad, su expresividad  y sus ganas de hacerlo todo a medias. Sin duda a veces nos complementábamos bastante, pero la mayoría del tiempo deseaba meter unas cuantas medias en su boca de cotorra.

-Creo que me aventuraré a la lectura un minuto, para luego salir con Danna, te dejo papi. -anuncié, dando vuelta sobre mi eje. Buscando las escaleras que conducían a nuestro cómodo departamento.

-Está bien hija, ¡tengo bastante trabajo hoy! Aunque reserva una hora de tu tiempo para cenar conmigo -la animó él, sus ojos se llenaron de brillo, se encontraba subiendo aproximadamente unos tres escalones. La noticia había provocado que de traspiés y que casi produjo que cayera de cara contra el piso de cerámica.

-¡Papá me haces tan feliz! -se a sinceró ella, recobrando la compostura antes perdida por la casi-caída.

-Lo sé pequeña, te amo.

-Ah, y algo más, ya no soy pequeña papá. -rezongó la joven.

Subió las escaleras avistando una leve sonrisa con sorna que su padre ocultaba llevándose la bata de cocina al rostro, que se disponía vestir ese día, al igual y como todos los días.

***

"Elijo salir contigo, pero por mis propias razones"

Ese era el titulo que Loraide leía en el fino libro de pensamientos y acontecimientos que su madre le había heredado al morir y que ahora se encontraban en sus manos.

*Solo quiero conocerte tal cual eres.

Leyó la joven, eso se ponía interesante. Tal vez lo había escrito para su padre, pensó

*No quiero salir contigo porque siento que es el siguiente paso por dar, ni porque estoy demasiado sola, ni porque mis amigas creen que eres bueno para mí. No quiero salir contigo porque me has coqueteado y hecho tus trucos, ni porque crees que soy tu próxima meta por desbloquear. Primero, tienes que estar seguro de querer tomar esta decisión, de emprender este camino. Porque una sola cosa te tengo que decir antes y es que yo me tomo las cosas bastante en serio.

Loraide lo volvió a leer, queriendo descifrar el carácter de su madre en aquellas simples palabras impregnadas en papel.

Lo leyó en voz alta, centrándose en las últimas palabras, evidentemente se trataba de su padre, y algo en ese texto no andaba del todo bien, lo podía sentir, era como una materia espesa y perceptible al tacto.

Su madre escribía todo aquello con seriedad absoluta y un tanto de amenaza hacia su querido y "tan bueno" padre.

*No espero que elijas cada movimiento con cautela y expongas lo mejor de ti, mientras estamos en este coqueteo. Quiero decir, anda, eres libre de hacerlo si quieres, pero no será suficiente. No me importa el lado bueno de las cosas, me importa la realidad. Y la realidad no tiene adornos permanentes que cambien de un día a otro. A veces las máscaras y luces que nos ponemos para impresionar a otros, destacan los lados equivocados de la persona.

Sonrió tontamente, su madre era de un carácter fuerte, decidida. Imaginó ser ella la que estuviera escribiendo todo aquello a algún enamorado, debía copiar la idea a su madre alguna vez.

*Lo mejor es que sea de manera natural. Somos dos personas que nos hemos acercado, y ya estamos en ese camino. Pero tengo que decirte que quiero esa realidad, quiero conocerte a ti por quien eres. Y estar consciente de que debo tener paciencia y abrir mi mente a ver todo lo que aquello significa, y no desechare a la primera oportunidad. Si quiero ver lo lindo y lo feo, tengo que estar dispuesta a observar atentamente antes de alejarme en la primera ronda.

Y si esto continúa, si a ti te agrada como soy yo y tú a mí, sin tapujos y...

 

Un timbre la estiró a la realidad, produciendo que se sobresaltara, cogió el móvil y divisó en la pantalla aquel contacto. "Danna" Debía imaginarlo. 

-¿Bueno? -contestó.

-Ey, ey, ey...¡Feliz cumpleaños a ti! ¿Estas preparada para hoy? -saludó y enfatizó la excitación que le producía el acontecimiento planeado para ese día.

-Tú estas más feliz que yo...-comenzó diciendo sin diversión alguna en su voz. -No quiero ir. -concluyó.

-¡Tonterías, anímate! Será el mejor cumpleaños que habrás tenido jamás -la animó su mejor amiga.

En realidad es lo que esperaba, pero tratándose de Danna como la anfitriona, no podía deshacerse de la idea de que algo, en algún momento saldría mal, produciendo una vergüenza a los demás o a ella misma.

-No metas la pata, por favor -suplicó la peli-castaña.

-¡Loraide, como si no me conocieras! -espetó su mejor amiga.

-Exactamente...-comentó Loraide, preocupada.

Un largo silencio se hizo por un momento, silencio que confirmaba lo peor.

-Bien, trataré -le prometió, no pudiendo evitar carcajear, Loraide la imitó. Eso se había tornado algo cómico, algo que solo ellas podrían verlo así, por la increíble conexión entre ellas.

Eran la pareja de amigas, más disparejas de la vida.

Mientras Danna era de cabellos rubios como el oro, piel blanca y sonrosada a la vez, complexión media. Ni delgada, ni llena, era como un punto medio, atrayente ante el sexo opuesto; ella, Loraide, poseía una piel demasiado blanca, como la hoja de papel, cabellos oscuros, casi negros. Tal vez lo eran, sólo que no concordaba con su tono de piel, según ella, pues la hacía lucir tan pálida como si perteneciera a alguna familia de vampiros. Tan altos y delgados y con esa piel tan blanca. Ella era así, de ojos azules atrayentes, complexión delgada, cual hoja y del mismo color en cuanto a piel, ya sólo le faltaban los colmillos y estaría completa.

-Te estaré esperando -avisó la pelinegra, despidiéndose y colgando luego.

 Se dispuso a buscar el punto donde había dejado su lectura anteriormente.

*Si a ti te agrada como soy yo y tú a mí, sin tapujos y con la emoción pura, seguimos adelante.

Saldré contigo porque yo lo elijo así, sin trucos. Saldré contigo y me quedaré contigo porque me haces reír, o porque me haces llorar, incluso mejor si son los dos a la vez. Saldré contigo porque pienso que vales la pena y te querré arreglar y tú a mí, y debemos lidiar con la decepción de que no se puede y es cosa de cada uno. Saldré contigo sin tener que demostrarle nada a nadie, cuando me hagas sentir segura y no pueda aguantarme las ganas de besar y tomar tu mano. No me lo impondrás ni tú a mí, solo ahí, sabré que ya es momento para que estemos juntos.

Loraide se sintió feliz, su madre era drástica en sus palabras, y clara con sus sentimientos, era la clase de chica con la que no se andaba con rodeos, entonces la peli-negra deseó con todo su ser parecer-le al menos un tanto. Demostrar su amor mediante palabras; su verdadera decisión radical y sin abolición alguna.

***

-¿Dónde estas Loraide?

Era Danna, ya había llegado al sitio donde se supone se encontrarían, a petición de la peli-negra. Iba retrasada, peligrosamente retrasada, su padre la había puesto a llevar chocolates a la señora Rodriguez; aquella mujer hablaba hasta por los codos, permanecía horas enteras en el parloteo, robando a los demás su preciado tiempo.

-Llego en 5 minutos, solo no desesperes -exclamó la chica. Danna la mataría, odiaba esperar y menos a alguien.

-Esperaré solo por que estas de cumpleaños, no te permitas esto siempre. -concluyó ella, la soberbia ciertamente era su segundo nombre, si es que no era el primero.

-No, no...ya llego, ¿Está bien? -habló con calma, colgando seguidamente.

Caminó con paso decidido, apresurada, aterrada de lo que Danna era capaz por el simple hecho de haberla hecho esperar, al verla al otro lado de la acera, cruzó como maniática -"Locaaa, mira la calleeeee" y unos tantos "¿Quieres morir?" escuchó tras sí, siendo vociferada por los conductores. No les bastó descargar su pobre bocina sobre la chica, también debía decirles unas cuantas verdades.

-Que flojera, en serio...-opinó su amiga. -Te espero como idiota, y encima de todo casi presencio tu muerte. ¡Eres una mala amiga!.

A veces Loraide se preguntaba si en serio la quería, o sólo era su forma de querer.

-¡Vamos ya, que sería capaz de tirarme ahora mismo a la calle para morir! -comentó sin ánimos la joven.

Subieron al coche de Danna, ella condujo al club más conocido y elegante del estado, conocido exactamente por el letrero enorme que denotaba en feroces letras brillantes y titilantes "Silence's night"

Se detuvieron y aparcaron a un costado del club nocturno. Al entrar, inmediatamente despues observó a su pequeña amiga rubia dirigirse a un chico fornido, alto y bastante atractivo. Lo besó frenética, como si sus labios desaparecerían en pocos segundos y su vida dependiera de ello.

Ella la siguió titubeante, ya se imaginaba como pasaría la noche en aquel lugar.

-Lori, te presento a Gastón -dijo ella, señalando al chico que la perforaba con la mirada. Más que perforarla, le daba la impresión de que no la veía como una chica de carne y hueso, si no mas bien como un gran cono de helado delicioso que chupar. Se removió incómoda por la impresión que el había dado el chico.

-Gastón. Ella es Loraide Thompson, hija del chocolatero Thompson -los presentó, inmediatamente Gastón la tomó por la cintura y la atrajo a él, Loraide alejó el rostro por instinto de supervivencia animal.

-Mu-mu-mucho gusto. -dijo al fin la peli-negra.

Se sentía extraña siendo acosada por ese hombre, y más por que trataba de algún ligue de su mejor amiga, ella no le haría eso, es más no tenía los ánimos para perder a su única mejor amiga por un sujeto que ni siquiera era de su tipo. 

-El gusto es solo mío. -habló éste, con tono de coqueteo. Loraide lo empujaba con las palmas situadas en sus bíceps, invadía su espacio personal, y eso no era correcto. En absoluto lo sería, ese hombre no tenía un poco de vergüenza, Danna estaba parada en frente, observando lo descarado que podía llegar a ser su pretendiente.

-¡Que bueno que se lleven! -se animó su amiga, ella la miró con sorpresa.

¿No era ella acaso la que acababa de comerse los labios de este sujeto? Que confusión.

-No lo creo...-titubeó Loraide, tratando de nuevo de zafarse del agarre del chico.

-Tonterías, yo te haré la noche. -exclamó el chico con decisión.

-¡Bravo, así se habla Gusti!, bueno, los dejo en lo suyo. Yo iré de casería. -comentó su amiga con sorna.

La quería matar, a penas saliera de ese granuja lo haría, sin lamentaciones.

-Suéltame. -espetó la joven al atractivo y violador de espacios que tenía en frente y el cual la apresaba.

El chico la soltó, y ella se dirigió a la bar individual, pidiéndose un agua tónica con limón. De pronto la saliva se le había hecho espesa y sed la había invadido, necesitaba calmarlo más urgente de lo que creía posible.

-¿No prefieres un trago más fuerte? -preguntó el chico con el que peleaba por zafarse, momentos antes.

-No. Lo que preferiría es que me dejaras en paz. Ve, busca alguien que te complazca, yo no lo haré. -aclaró ella. Su semblante era inexpresivo, casi fantasmal.

El chico se alejó con decepción en su rostro. Al menos la había comprendido y dejado de una vez. ¡Que rápido se rinden estos granujas!" pensó para sí.

-Su agua señorita...-indicó el chico de los tragos -¡Estoy a su servicio linda! -la coqueteó, lanzando un guiño a la peli-negra.

-Gracias. contestó, palpando la pajilla y revolviendo el interior de su vaso con ella.

Se centró un momento en su bebida nada nociva para la salud, ciertamente ella era el bicho raro del lugar, lo sabía pues se encontraba sorbiendo agua con gas, con un toque de limón en un bar exclusivo, "¿Quien asistía a un bar a tomarse agua? Sólo ella" pensó, inhalando y exhalando pesadamente.

-Este bar es conocido por sus tragos. ¿Que tal uno para la prueba de calidad?

Escuchó decir. "Que no se trate del chico anterior. Sabía que no sería tan fácil deshacerse de él", pensó ella nuevamente.

Inclinó un tanto la cara y le pasó una mirada fugaz, a través del rodillo del ojo lo visualizó. El joven se disponía a sentarse justo a su lado, sus piernas eran largas, su altura total, de unos ochenta y tantos centímetros, más del metro. Su rostro joven y de facciones delicadas, sus dientes perfectos y blancos, su boca que los contenía, era de un tono en rosa pálido, lo que indicaba que su sangre era de blancos exagerados como ella, a diferencia de su piel que le decía lo contrario; su piel trigueña, o alguna clase de blanco tornado de un color algo dorado por los rayos del sol, el pelo castaño y lacio.

-Acabo de rechazar una invitación. -lo informó.

-¿Y que hay con eso? -preguntó él chico, mostrando los dientes en una sonrisa amigable.

-¿Qué le hace creer que aceptaré la suya? -desafió ella.

-Tráigame un Gin tonic, ¡Que sean dos! -pidió el chico a voces.

Loraide lo miró con sorpresa, había pasado por encima de su irritabilidad y su mala vibra. Inmediatamente llegaron los tragos, el chico de los tragos le había guiñado un ojo nuevamente, cosa que su ahora acompañante había visto. La joven se encogió de hombros y bajó el rostro, su acompañante rió con sorna, molestándola.

-¡Vamos bebe, no te hará daño! -la animó aquel extraño.

-¿No escuchó bien? No me apetece, y menos viniendo de un total y perfecto desconocido. -concluyó ella, alejando el trago de su vista. 

-Ya lo pedí para ti, ahora debes complacerme...-canturreó el chico.

-Puedes bebértelo tú, a mi no me interesa. -dijo, tomando su bebida nada nociva, disponiendo su cuerpo y alma a alejarse de aquel lugar. Iría sola a su casa, a pié si era necesario, pero no esperaría a su amiga, no aguantaba un segundo más en ese lugar.

-Hagamos algo. -comenzó diciendo, mientras la detenía por un codo. -Si le das un "fondo blanco" te dejaré en paz. Ya sabes que puedo seguirte y cosas como esa...-bromeó el chico.

Loraide lo inspeccionó, entrecerrando un poco los ojos. Lo creía capaz, por que ¿Quien más se empeñaría en hacerla beber su no fuera un loco psiquiátrico?

-¡Hecho!-accedió ella, tomando el baso y disponiéndose a terminar con aquello.

-Pero las condiciones son: no vomitar luego. Si lo haces me darás un beso. -no escatimó en agregar.

Loraide dudó un momento, no quería verse obligada a besarlo. No es que creyera que su fuerza de voluntad ante tal bebida era nula, pero ciertamente nunca había bebido algo como eso. Alguna vez en sus veintidós años, había bebido sidra y eso solo en navidad. No sabía el efecto que tal bebida extraña podría causar en ella, y la clara seguridad de ese joven la hacía dudar un poco.

-¡Eso jamás! -bramó la peli-negra, con asco.

El castaño rió divertido, una diversión que para Loraide era inexplicable, estúpida, incoherente. Lo fulminó con la mirada reacia, efectivamente deseó ser una mujer con rayos láser en los ojos para rostizar a aquel idiota molesto.

-Está bien. Sólo deberás facilitarme tu número móvil -cambió de parecer al ver la dura expresión de la peli-negra.

-Bien. -volvió a acceder, llevándose finalmente el trago a la boca y pasándolo de una buena vez por la garganta. Al fin y al cabo un numero no se comparaba con un beso, ¿O si? pensó, temiendo de pronto.

Esa cosa le quemaba como nunca, sintió el infierno mismo en sus entrañas, se frotó la cara acalorada y trató de incorporarse nuevamente. Su sistema se revolcaba de asco y molestia, pasaron unos segundos y el efecto había cesado, por un momento Loraide se había sentido indispuesta, sentía que fracasaría ante la apuesta, pero no fue así, ¡falsa alarma! se aplaudió a si misma por la valentía y el aguante de sus pobres entrañas. 

-Es una lástima -espetó con tristeza finjída aquel chico.

-Como digas. Me voy. -anunció ella triunfal.

-Sólo no hagas el ridículo luego. -comentó el, dándole un largo sorbo a su trago, terminan-dolo.

-¿Qué? no lo haré- contestó con decisión. Se levantó al fin del taburete, alejándose.

-Buena suerte...-escuchó apenas, aquel chico le había deseado suerte, sonrió de medio lado ante aquello, la había conmovida. -Tal vez no era tan mala persona después de todo- pensó ella.

Pero una cosa si sabía, el joven con el que había estado charlando y apostando era todo un don juan, uno de esos que se ligan a todas en una noche y terminan en la cama de mujeres diferentes cada que podían, y si es que ellos mismo no la llevan a la suya. Sabía lo que ese castaño pretendía en verdad con ella, no era una tonta.

Odias a los ligones como él Loraide. Se recriminó al sentir conmoción por las palabras vacías de aquel chico.

De pronto todo dio vueltas y se sintió caminando entre las nubes. Avistó a lo lejos a su amiga que se encontraba sobre las piernas de un nuevo conquiste, sonrió deseando ser como ella, deseando ser un imán para los hombres como lo era ella, sólo por su llamativa forma.

Una mujer que bailaba habilidosa-mente en un caño incorporado, unos cuantos metros al costado de la barra de tragos llamó su atención. La peli-negra tomó coraje, lo cual se le hizo más fácil por alguna loca razón, tal vez fue el alcohol, sopesó y subió al pequeño estrado donde se contoneaba la bailarina, la hizo a un lado de un jalón, la joven ahogó un grito, chifló como hervidor caliente llamando la atención de todos los muchachos del local. Rasgó sus medias negras, acompañadas de un short de cintura, abrió, escotando mucho su camisa de un blanco que se transparentó con la excesiva luz que la apuntaba, la levantó sacándolo de entre sus shorts, mostrando su vientre, y comenzó a contornearse torpemente, pero lo más sexy que pudo. Se despojó lentamente de su chaqueta al son de la música sexy del establecimiento, acompañado del vitoreo de los hombres de aquel lugar que miraban perplejos y lascivos a la joven.

El chico castaño con quien había estado hablando observó de pronto hacia aquella dirección, dónde Loraide se exhibía con un baile sensual ante tanto vitoreo, su quijada cayó al piso, no se imaginaba tal escena. Era culpa suya. Corrió al estrado, al pie de donde la joven montaba su pequeño show, tomándola de las pantorrillas.

-¡Bájate!-ordenó él.

-No. ¿Que quieres? ¿no ves que me aman? ¿O NO? -preguntó ella al publico, levantando la voz.

Éste la llenó de aplausos, aullidos, gritos de excitación. Tenía razón, la amaban.

-Estas haciendo el ridículo. -agregó el chico.

-ME TIENES ENVIDIA. -sobre-habló la joven. 

Decidido la estiró de las pantorrillas, produciendo que la chica se tambaleara y cayera como torre de naipes a un lado, arrastró con las manos lo que había a su paso, en un intento inútil por detener la caída. El chico la tomó en un momento durante el colapso, de la muñeca atrayendo-la hacia él, pero la peli-negra se aferró a un reflector, produciendo que este se cayera llevando a su paso otros tres, los cuales cayeron justo sobre el estéreo enorme, éste dio un corto circuito estruendoso, acallando la música de un sector. Finalmente la chica se resbaló, precipitando su cuerpo sobre el del joven castaño, haciendo que éste retrocediera con ella en cima, varios pasos, para caer de espaldas sobre 3 sillas de terciada, lastimándose la joroba.

Todo había salido un desastre. Ahora debían pagar las consecuencias.

-¿Pero que mierda? -escucharon a alguien gritar. 

El chico gemía de dolor en el piso, la pelinegra se había asustado un poco, y trató de incorporarse al oír el aquel grito de frustración. ademas de dejar de aplastar al pobre chico que se encontraba acunando su cuerpo en ese momento. Sin dudas la había salvado de una caída peligrosa, que podría haber terminado en algo peor tratándose de ella.

Loraide se levantó de encima del chico con ayuda del mesero, y tambaleante encaró al dueño del "Silence's night" El castaño que se incorporaba a duras penas, escuchó un chillido proveniente de una chica rubia que se había acercado a ellos;

-¡No sabía que bailaras así Loraide! Estas loca. -La pelinegra que ahora miraba a su mejor amiga con expresión insólita, decidió ignorarla, ella comenzó a sollozar, seguida de una súplica.

-Por favor, por favor...tenga piedad, hoy es mi cumpleaños. Yo no tengo dinero...¡perdóneme!

El chico arrastró una mano sobre su rostro, maldiciendo por lo bajo, el también era culpable, se maldijo mil veces por decir lo siguiente.

-Yo la embriague, es culpa mía.

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Capítulo 2

 

-Si es su culpa. -sentenció la chica, mirándolo con recelo. -pero yo accedí a beberme ese tonic. Sólo, perdóneme o algo...-pidió.

-Señor, ella no miente, ¿no podría perdonarla?-intervino su mejor amiga.

-¿Tú eres su abogada o algo así? –preguntó el dueño.

-Soy su amiga. –contestó ella, molesta.

-Entonces tú saldarás la cuenta de estos…-indagó el hombre con una ceja enarcada.

La rubia se encogió de hombros, dirigiendo una mirada apenada a la pelinegra.

-No pasa nada. –se apiadó la pelinegra, sonriéndole apenas a la rubia.-Señor…

-¿Tienes cómo pagar? -habló el dueño, interrumpiéndola y dirigiéndose al chico después.

-No señor. Al menos no el total de lo que costarán los daños que hemos hecho -contestó el.

-Bien. Haremos lo siguiente, me pagarán con trabajo. -propuso el señor.

-Si, si...eso me parece bien. -se animó la peli-negra.

Ciertamente tenía mucho dinero, el suficiente para pagar los daños que había provocado, pero no era suyo, era el dinero del esfuerzo y el arduo trabajo de su padre. Aunque se podría decir que le pertenecía, no podía adueñarse de lo que en realidad valía mucho para ella, no podía causarle ese mal sabor de boca a su pobre padre, contándole la verdad de lo ocurrido, y del porque debía pagar una suma exuberante al “Silnce’s night”

Divisó a su compañero de atrocidades formar una mueca de disgusto ante tal idea.

-Pero. -la calló de golpe el señor y dueño del bar, arrastrándola a la realidad y centrando su atención en el.-no tendrán sueldo y vendrán de Miércoles a domingos, en horarios rotativos. -concluyó al fin.

-Por mi está bien...-aseguró el chico.

Loraide no estaba segura de si en realidad estaba bien para aquel chico.

-¿Tu? No te molestes. Yo pagaré esto...So-la. –arrastró las sílabas en la última palabra.

-No es así. ¿Sabes cuánto dinero has tirado por el retrete con tu pequeño show? -la cuestionó el señor, impacientado. La joven negó apenada.

-Pues mucho. Vendrán los dos. -sentenció. -Los espero mañana a los seis pasados el meridiano. -agregó y desapareció tras la mesada del bar, no sin antes avistar a los guardias y pedirles que nos mostrara las salida.

Ya fuera, Loraide sopesó lo ocurrido dentro de aquel establecimiento, se sentó taciturna en la esquina dónde se había dirigido en un intento de dirigirse a algún lugar, el chico estaba decidido a dejarla ahí en busca se su coche, ya bastantes problemas le había acontecido gracias a aquella mujer.

Al volver la vista a la figura esbelta de la joven, situada en aquella esquina una preocupación se adentró en él, cualquiera podría pensar que se trataba de una mujer de mala vida, en aquella esquina, luciendo de esa manera y además sola.

¿Por qué debía causarle tantos problemas? En definitiva, ella lo había arruinado todo, el solo quería lucir normal, sí, comenzó un juego de seducción y ligue con la pelinegra, pero no se imaginaba que ella iría hasta las últimas consecuencias, haciendo un alboroto y haciéndolo sentir culpable de todo.

-Vamos, anda, te llevaré a casa. –indicó el chico.

Loraide lo miro con confusión, aún seguía ebria, no podía creer lo débil que resultaba ante tan solo 1 vaso de Gin tonic. Definitivamente no sabía beber.

-Caminaré –anunció la chica, levantándose a duras penas y comenzando la torpe caminata.

La pelinegra trastabilló a los segundos, tambaleándose y amenazando con caerse de bruces al suelo, y solo cayendo sobre sus rodillas. El castaño corrió a su encuentro, ayudándola a incorporarse nuevamente, pero antes la chica volvió todo lo que había ingerido en ese lugar. El castaño le sostuvo los pelos para que no se mancharan de vómito.

“Tan sólo esto faltaba” pensó el joven, mirando a otra dirección, mientras ella vaciaba su ser.

-¿Ya estas bien? –preguntó él, preocupado.

-Sí, sí…-lo tranquilizó ella, levantando el rostro y limpiándose con el dorso de la palma.

El castaño la observó con signo de asqueo, pero lo dejó pasar por la condición en que ella se encontraba, sopesó la idea de que no se encontraba de todo en sus cabales.

-¡Mírate, ni siquiera puedes mantenerte en pie! –la regañó él –sólo deja que te lleve, prometo no hacer nada raro.

La chica lo examinó un momento, entrecerró los ojos y los volvió a abrir.

-Está bien, llévame a casa. –aceptó sin más, él tenía razón, aún se sentía como en una montaña rusa, mareada y confusa, lo mejor era ser llevada, debía confiar en aquel castaño.

El la contuvo un momento, caminando, hasta que divisó su coche, él joven la paró en seco.

-Espérame aquí, no te muevas. –mandó el castaño con voz severa.

La pelinegra lo obedeció. Esperó unos minutos hasta que una luz la cegó por completo, además de haberla dejado aturdida y medio sorda al escuchar el clac son tan cerca.

Subió como pudo, tapándose los ojos un poco para protegerlos de aquella luz alógena proveniente del coche de aquel chico.

-Por cierto, me llamo Matt. –se presentó el castaño.

-Soy Loraide. –contestó ella. –Gira aquí. –le indicó ella.

-Está bien “Lo-rai-de” –pronunció cada una de las sílabas con diversión, ella lo examinó un momento, negando después.

-Unas 5 cuadras más para allá y doblas a la izquierda nuevamente. –le indicó la pelinegra seria.

-¿Al menos aún recuerdas cómo llegar?- cuestionó con sorna.

-Gracioso. Es obvio, sólo fue un trago.-se encogió de hombros la joven.

-Un trago que produjo que subieras a la tarima de pole dance y dieras un show amateur bastante peculiar…-el chico la miró tras el rodillo del ojo, su tono divertido y amable la enardecía. ÉL tenía razón, y odiaba que la tuviera, quería odiarlo, pero algo no se lo permitía, un sentimiento de equidad se había posicionado en su interior a favor del chico.

“Tal vez tenga un ángel para eso” pensó.

Decidió ignorarlo, no tenía nada que reclamar, ni tampoco que agregar, se dejó vencer por él.

-Es aquí, la casa de puerta de madera natural y vidrio. –le indicó ella.

El chico examinó su hogar, era muy bonito y cómodo, a simple vista se podía visualizar que aquella chica no era de un estatus bajo, ni mucho menos.

-Bonita casa –opinó él.

-Lo es. –afirmó ella, abriendo la puerta y bajando un pie tras otro.- gracias por acercarme…-vaciló ella.

-No fue nada.

El chico se disponía a seguir su camino, pero recordó que la chica había perdido, en realidad, aquella apuesta al vomitar el Gin tonic.

-Loraide. –llamó su atención, bajando la ventanilla del copiloto. Ella dio vuelta sobre el eje y lo observó por última vez en aquella noche.

-¿Matt? –preguntó ella.

-Perdiste la apuesta, me debes tu número móvil –exigió con sorna, riendo después.

-Ya. –contestó virando los ojos. –anota…

La chica le dictó desde afuera, mirando para todos lados, asegurándose de no ser vista en aquella situación.

-Bien, te llamaré. –anunció el chico.

Aun ni Matt entendía porque lo había hecho, esa chica no entraba dentro de sus planes, pero le agradaba, su compañía era agradable, no le hacía mal conocer gente nueva en su misión. ¿Qué de malo podría haber en eso? Pensó. Sólo será una amiga, no es como si fuera mi tipo, se cuestionó. No, no lo es concluyó con decisión.

***

Llegó a su departamento como a las seis, despojándose de todo, y lavándose luego.

Se adentró debajo de entre sus sábanas dispuesta a conciliar el sueño, la imagen de la pelinegra, llamada Loraide, lo trepó de pronto. Recordó a la joven contoneándose sensualmente pegada al caño, sonriendo y viéndose cómo de su edad. Estando ella ahí lucia como de 20 años, imaginaba que ella debería de tenerlos apenas, su dulce mirada azulada, como dos zafiros precioso, lo hacían estremecer, ella y sus movimientos, mas su mirada tan profunda. “Cualquiera quisiera metérsela a la cama” pensó, frunciendo un poco el ceño, “Cualquiera, pero él no” se dijo, no lo tenía permitido por nada del mundo, primero por el importante operativo que llevaban al cabo hace como 2 años, y segundo; él era cómo 7 años mayor que ella, ya se consideraba todo un vejestorio a su lado.

Sonrió ante esa imagen turbulenta, de ellos golpeando y destruyéndolo todo.

Él sueño lo había tomado de sorpresa; cayó en un profundo sueño no sin antes quedar con la imagen divertida de la pelinegra cayendo sobre él. La sonrisa en su rostro no fue borrada, incluso mientras conciliaba el sueño, soñó con unos hermosos ojos del color del mar, mirándolos expectantes, él le sonreía con confianza y asentía sin razón. La chica mandó una mueca divertida hacia su dirección y comenzaron una persecución absurda.

Despertó de aquel sueño sin pies, ni cabeza, negándose primeramente, había soñado con los ojos de la jovencita todo ese tiempo, divisó el reloj de la mesa posicionada al costado de su cama, la hora en ella marcaban las 13:00 hs. Se levantó sigiloso y sin prisa.

Era domingo, así que no le tocaba trabajo, ni operativos, ni nada por el estilo. Se deslizó a un costado, parándose de golpe, se dirigió a la ducha para tomar un maravilloso baño que lo haría despertar de su aún ensoñación, al salir, se sentía pleno, fresco. “Cómo lechuga” pensó y se carcajeó al instante por tan pensamiento idiota; se lavó los dientes, se miró un momento en el espejo sopesando la idea de afeitarse o no, la barba de un día, optó por no hacerlo, mañana le tocaba asistir a las oficinas fiscales y a dar el reporte de lo ocurrido la noche anterior, dejaría eso para mañana. Hoy sólo sería él y su tranquilidad.

Salió en busca de algo para el almuerzo, mientras bajaba las escaleras de su departamento en el noveno piso, tomaba las escaleras para ir solo y sin sentir miradas sobre sí, le molestaba ser observado por los vecinos que cuchicheaban a cerca de su vida nocturna, sus lastimaduras poco comunes y su semblante tan serio. Había escuchado por los pacillos que lo creían un sicario, un pendenciero, o algo mucho peor; un agente antidrogas. No estaban tan lejos de la realidad. A veces en mi trabajo debía fingir ser todo aquello, era parte de ello, sólo así podíamos atrapar a los que tanto daño han hecho a lo largo de su existencia, algunos más sanguinarios que otros, algunos más idiotas que otros, pero exterminadores de la sociedad al fin.

 

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