Más Lejos Contigo

 

Tablo reader up chevron

Prefacio

Algún tipo de amor, alguna forma de apego a la oscuridad, aquella que siempre estaba a mi lado. Desde pequeña mi amor a la oscuridad me llamaba y me hacía difícil deshacerme de el. Cuando estás tan perdido no sabes qué hay algo más de lo que ves, qué hay una línea para llegar al umbral de la esperanza y empezar a creer que mereces algo mejor.

 

Mi vista se sentía cansada, el dolor ya no existía a dónde me dirigía. Hombres armados rodeaban todo mientras aquel hombre caía en sus propias piernas, su boca intentaba dejar de ser la fuente de su sangre.

 

Mi cuerpo se sentía húmedo, no entendí nada hasta que lo vi.

Tres hombres, cada uno con un poco de mi vida.

Mi presente, pasado y posible futuro.

 

El hombre de mi pasado quería ser todos, mas no podía dejarlo. 

 

Quería a los otros dos en mi vida y lucharía para tenerlos. Sigilosamente me moví, la ropa se pegaba a cada parte de mi piel, dejando una ola de frío a su paso. Cada centímetro me sentía más débil, cada exhalación era peor que la anterior pero no debía dejar a mi futuro. Empuñé el arma y disparé.

 

Ahora dependía del destino qué pasaría.

Comment Log in or Join Tablo to comment on this chapter...

Capítulo 1

Van

 

La música de J Hus suena en todo el lugar, Zayne atiende a las personas—en su mayoría las chicas que bailan—, las cuales le piden tragos para relajarse ante todos. Limpio la superficie antes de colocar las botellas de cada tipo de bebida alcohólica existente. 

 

Los clientes de Tara fluyen como si de moscas se tratara, porque es sábado y al parecer las esposas y novias de estos hombres se encuentran tan atentas a sus chismes semanales para no saber que sus maridos o novios están buscando diversión.

 

Pero ese no es mi problema.

Ni nunca lo sería.

 

Acomodo mi coleta de forma que los cabellos no caigan en mis ojos, arreglo el uniforme que me hacen usar, de acuerdo a cada cosa específica de parte de la mujer que controla todo arriba. Zayne se libera de las mujeres que lo acosan, me da una sonrisa antes de comenzar a hacerme reír.

 

—Deberían dejar de usar eso y comenzar a pintar sus cuerpos. 

Eso haría a Tara más feliz—. Comenta con tono de burla.

 

Asiento riendo, porque es verdad.

Tara haría lo que fuera para tener más dinero y eso a pesar de todo; asusta demasiado.

 

—Y luego va a buscarnos un traje de ellas para bailar mientras servimos.

 

Reímos más fuerte, causando que las personas nos miren. Sin embargo, nunca dejamos de servir o atender a las personas.

 

—Aunque tú te verías sexy en uno de esos…–Zayne fue interrumpido por un hombre alto y elegante junto a sus amigos que iban a tomar algo.

 

Frunzo el ceño por la frase que sale incompleta de la boca de él.

 

Sale de donde hace segundos se encontraba, me arreglo la coleta de nuevo—porque al parecer mi cabello es tan rebelde como yo— cuando dirijo mi vista a una escena muy peculiar. Me quedo mirando varios minutos, intentando no volver a pensar en eso, no porque no quisiera saberlo, sino porque siempre había considerado a Zayne como un hermano, como esa persona que cuando necesitas a alguien lo tienes, sin embargo, él no parece pensar así. Aunque lo siguiente que veo es peor que lo ocurrido antes.

 

Las rubia delgada—de nombre artístico, Melody, cuyo nombre real es Dee—intenta no gritar pero huye de un hombre nada apuesto. ¿Quién le dijo a Tara que ellas podrían defenderse con esas vestimentas? Seguro nadie porque era verdad. El hombre no entiende que un no, es un simple y sencillo no. Las demás sólo miraban apiadandose de la más joven de las chicas sin siquiera hacer algo para ayudarla, tan amable, tan tímida y acabando en un lugar así. Pero de todos modos, ellas han llegado a ser como la mujer ante mis ojos. Inseguras y necesitadas de dinero para aceptar un trabajo donde se encuentran en los ojos de hombres tanto guapos como sucios. U otros llenos de dinero hasta la calvicie.

 

Yo, por otra parte he querido dejar el placer a un lado del trabajo, ese me lo podía conseguir cuando acabe la hora del trabajo. Trabajo sirviendo tragos, ahuyentando hombres y siendo un poco no femenina en todo lo que no fuera sexo. Porque sería una hipócrita si dijera que no me encantaba tener un momento de pasión con hombres sexis, esos que la mayoría de las veces querían algo más que una sola noche. Pretendían ser los perfectos caballeros y deseaban que yo fuera una más de sus listas de esposas, mas eso nunca fue mi estilo.

 

Entraba, aprovechaba cualquier momento y salía de allí. Nadie en el apartamento que compartía con Aurora, nunca a mi cómodo lugar que al fin podía llamar “hogar”.

 

Los segundos transcurrían volviéndose minutos, esos que se convertían en muchos sin llegar a media hora o veinte minutos. Intentaba calmar la furia en mí porque no traería nada bueno. Trataba ser una mejor persona, una que no se dejara llevar por impulsos, pero cuando él puso su agarre en la muñeca de Melody, mi control salió por la ventana y supe que tenía que protegerla.

 

O nadie lo haría.

Porque todos siempre veían algo y no ayudaban.

Siempre era así.

 

No pensé más, la adrenalina corría por todo mi cuerpo y con un salto en los tenis que siempre usaba estuve deslizandome por la barra hasta llegar al otro lado. Mis pies hicieron lo demás y corrí golpeando a personas a mi alrededor. Me detuve cuando estuve a centímetros de ellos, esperando el momento preciso para atacar.

 

La ira fluía por cada parte de mí.

Nunca dando un paso atrás.

 

Estaba lista una vez más para luchar hasta la derrota o la muerte, cualquiera sería mejor que no hacer nada.

 

–Vamos, cariño. La pasarás muy bien.

 

Esperé a que ella volviera a negarse para tener un pretexto.

 

Era lo único que me faltaba para golpear su culo fuera de este lugar.

 

–N-no, no q-quiero.

 

Troné los huesos de mi cuello, amando el momento de enojo y fuerza.

 

–Sé que lo quieres, vamos.

 

Intentó tirar de ella pero lo detuve.

 

—Ella dijo que no, a menos que seas sordo no creo que tengas un inconveniente en irte de aquí.

 

El hombre me mira con enojo en la cara, sus rasgos comienzan a hacerse poco a poco más enfadados conforme cada segundo pasa y me entrometo en su camino. Debe tener al menos cuarenta y muchos sin llegar a los cincuenta, usa un traje blanco que según su cuerpo debía ser hecho a la medida o va a algún sitio donde hacen trajes a su talla en conjunto con una camisa azul que reflejaba el mal gusto que el hombre tenía.

 

No es que yo fuera una diseñadora de moda pero el sentido común me dice que nadie en su sano juicio combinaría eso.

 

—Yo hago lo que quiero, no eres quién para decirme si puedo o no hacer lo que me plazca, zorra. Así que, quiero tener sexo con esta mujer y ni tú ni nadie me hará cambiar de opinión.

 

Esa palabra despectiva hacía zumbar mis oídos al instante en que mi vista se volvia roja y me hace no poder dejar de pensar que va a pagar muy caro lo que planea hacer.

 

Las clases de boxeo servirían de algo.

 

Melody intentó desaparecer pero aún el hombre tenía el agarre en su muñeca, tan fijo como si le hubieran puesto pegamento industrial. Me miró, sabía que esa era la señal para actuar, hacer que centrara todo sentimiento contra mí, que la dejara en paz y fuera con las demás chicas.

 

—Mira, hombre. Sé que pagaste demasiado dinero para poder entrar y además, tuviste que dar otros fajos de billetes con las chicas pero por favor, haz el favor de irte de aquí por las buenas.

 

¡Dí que no!

Y amaré cada segundo en qué te saco de aquí.

¡Dílo, gordo tonto!

 

Su agarre en la mujer rubia se aflojó, ella salió huyendo con maquillaje corrido en la piel de sus mejillas mezclado con lágrimas. Las demás mujeres sólo me observan mientras sonríen como forma de agradecimiento.

 

Era por ellas que no dejaba que nadie se saliera con la suya.

Todo debe ser consensuado, un baile no podía ser lo contrario.

 

Sí por el contrario no puedes aceptar un no, mejor ve con alguien a quien no le importe.

 

Las luces seguían su rumbo, las mujeres en las mesas seguían bailando o desnudándose sin tener en cuenta lo que pasaba a un lado de los rincones privados a pocos pasos de los baños y a la vista de muchas personas —en su mayoría hombres. Las chicas huyeron tras bastidores para ayudar a Dee, y la alegría de salvar a alguien me inunda hasta que recuerdo quién está frente a mí y qué le ocurrirá si sigue con su llamada de atención.

 

Zayne me mira, pulsa el botón que tenemos en caso de emergencia y no se acerca. Estamos preparandos para éste tipo de incidentes, debería de alejarme pero puedo sentir el pánico que estaba en la mirada de Dee, ese miedo que reconozco tan bien como si fuera yo la que estaba en su lugar.

 

Debería seguir las instrucciones pero lo único que puedo hacer es enfrentarlo.

 

El desconocido me nota, siento como una de sus miradas me recorre antes de comenzar a abrirse paso conmigo. Toma mi muñeca, aspira mi olor y lame la piel de mi cuello, me quedo quieta dejando que los sentimientos guardados salgan uno a uno. Cierro los ojos y dejo que disfrute ser el dominante.

 

La ira, el enojo y la impotencia de hace años crecen más y más hasta desgarrar mi alma, los recuerdos flotan hasta llegar a la superficie.

 

Abro los ojos mirándolo mientras dice esa clase de cosas que sólo alimentan a los demonios que quieren salir, que quieren derramar su sangre.

 

Hubo una vez en que yo era destrucción, donde lo único que tenía en mente era venganza y oscuridad, esos que únicamente salen cuando algo vuelve a recordarme lo que pasó hace mucho.

 

—Vamos a divertirnos.

 

Una sonrisa se abre paso entre mis labios, esa que denota alegría con un toque de maldad. Siento el poder resurgir de lo más profundo de mi cuerpo, desde arriba abajo dejo que llegue hasta donde deba, mis pensamientos se pierden y sólo necesito un poco de su sangre para calmar a los demonios que siguen murmurando lo que no se debe pronunciar en un lugar como este.

 

Dejo que crea lo que sea.

 

Es entonces cuando en un movimiento rápido mi mano toma su muñeca, tuerzo su brazo hasta el punto de casi romperlo, se tiene que arrodillar para no lastimarse con su propio cuerpo. Mi sonrisa se hace más y más grande cada segundo que pasa y susurro algo a sus oídos.

 

Nadie puede escucharlo porque se han esfumado lejos de nosotros.

 

Porque no pensaron que podría pasar esto.

 

—¿Te estás divirtiendo? Porque yo lo estoy y espero disfrutes cada segundo de esto.

 

Me acerco un poco más, sintiendo la sangre tan cerca pero antes que pueda probarla, los guardias llegan. Mi visión deja de verse roja y vuelve a la normalidad.

 

¿Qué estoy haciendo?

 

La claridad cae sobre mis hombros, mantengo su brazo dónde está pero sé que otra vez a pasado, otro día con un incidente que controla mi cuerpo en vez que yo lo haga.

 

El miedo llega a mí.

Pero no de él, sino de mi misma.

 

Echan al hombre de este lugar y la policía se lo lleva, Zayne me mira de nueva cuenta con esa mirada que siempre tiene en los ojos horas después de algún incidente. Precaución y temor. Las chicas sin darse cuenta en el momento en que acaba el día —o la noche— festejan que Melody no ha sufrido, me felicitan por ser la que las ayuda. Se dejan llevar y me invitan a salir con ellas, pero antes que pueda declinar, recibo un mensaje de Zayne.

 

Z: Tenemos que hablar. No vayas con Tara antes, ¿quieres?

 

Rechazo la invitación con el pretexto de tener que hablar con Tara y Zayne ellas se sonríen cuando el nombre del último sale de mi boca, me desean suerte y salen a festejar.

 

Deshago la coleta, cepillo mi cabello con mis dedos, lavo mis manos para poder estar medio presentable con mi jefa, no sin olvidar el mensaje de Zayne.

 

Vanessa: ¿Donde te veo?

 

Recibo una respuesta a unos segundos de mandar el mensaje.

 

Z: En la bodega de vinos.

 

Camino hasta allá, dejando que el peso de mis decisiones caiga en mis hombros, sobre todo lo que estaba a punto de hacer.

 

Otra vez, intentando matar a alguien.

Como lo manda mi sangre o mi apellido.

No soy mejor que ellos.

 

Abro la puerta dejando desvanecerse en el aire a mis pensamientos que sólo hacen nada más que torturarme, Zayne está recargado en la pared contraria a donde me encuentro. Me sonríe pero sé que va a decir, algo que todos siempre dicen pero nadie conoce de raíz.

 

Porque no conocen a mi familia.

 

—Estoy preocupado por ti. ¿Qué ibas a hacer exactamente allá afuera?

 

Arqueo una ceja porque no quiere saberlo y si algún día lo hace puede que me dé la espalda como mi madre. Así que sólo dejo que se preocupe lo suficiente como para después hacer como si nada.

 

«Díle, quizás él pueda ayudarte»

 

Destrozo ese pensamiento antes que se adhiera a mi mente.

 

—No tienes porque preocuparte, puedo cuidarme yo sola. Ya lo viste, no hay nada que me pueda herir.

 

Frunce las cejas y con ellas el entrecejo. Se separa de la pared e intenta hablar de nuevo sobre lo que no quiero hacerlo, otro intento en esta semana.

 

«Él te puede ayudar, confía»

 

¡No! ¡Nadie puede ayudarme si no soy yo misma!

Creerían que estoy loca o que soy alguna especie de vampiro.

Eso ya lo viví, nunca más alguien me verá así.

 

—Pero me preocupas, Vanessa. No deberías intentar ser fuerte, eres perfecta como estás.

 

Pero si no sabe lo que soy.

 

—No sabes nada, Zayne. Es mejor que dejes de intentar algo conmigo, no sirvo para las relaciones.

 

Estudio sus movimientos, esos que me dicen que quiere acercarse más de la cuenta.

 

—Vamos, Vanessa. Quiero ayudarte, ¿puedes dejarme?

 

¡NO!

«Hazlo»

 

Niego, no porque quiera ser un tipo de víctima, sino porque ni él, ni nadie podría soportar lo que es estar en mi piel.

 

Dejo que la amargura del rechazo se asiente en él, porque estoy segura que nadie lo ha rechazado y esto debe de haber sido malo para él. Camino hacia la puerta por la que entré, sólo que puedo escuchar lo que dice antes de poder ir con Tara.

 

“Algún día necesitarás ayuda y será tarde.”

 

Subo las escaleras, me encuentro con las tantas puertas en este pasillo pero no me pierdo porque donde ella se encuentra es al final.

 

Toco dos veces y espero.

 

La puerta se abre, dos hombres semidesnudos tocan sus cuerpos sin inmutarse por mi presencia siguen en los que sea que hubieran empezado antes que yo entrara. Tara es una mujer voluptuosa, de cabello negro y piel blanca que tiene más curvas de las que cualquier chica en este lugar —incluyendome—, su cabello es tan largo que roza su trasero cada que camina —como ahora— mientras su atuendo pegado revela sus exuberantes senos que combinan con sus glúteos.

 

Podría decir que no he visto cosas más extrañas de las que los hombres hacen en ese momento pero estaría mintiendo.

 

En esto siempre hay cosas que nadie se imaginaria. Y Tara es la que lo lleva.

 

Los gemidos que ambos sueltan de manera extasiada son la prueba de ello.

 

—Allí estás, querida. Creo que sabes por qué estás aquí.

 

Asiento, ella me mira de arriba abajo y niega al ver mi atuendo sencillo de pantalones cortos de denim y la blusa azul que me prestó Aurora.

 

—Alguien habló de más y yo tengo que pagar los platos rotos.

 

Aparece una mujer desde detrás de la cortina negra que está a un lado del diván donde se encuentran los hombres, lleva medias con un par de tacones que seguro valen más de lo que gano al mes. Sonríe y comienza a ser la parte de enmedio en lo que podríamos llamar un trío.

 

—No culpes a nadie, querida. Yo lo ví en las cámaras de seguridad cuando la alerta sonó.

 

Sigue dando vueltas alrededor mío pero la detengo, la miro de frente.

 

Los gemidos de la mujer resuenan en la habitación y el conocimiento de lo que hace Tara me da un poco de curiosidad. Si quisiera estar entre esas personas, ella no diría que no.

 

Dejo de darle vueltas a esto, no puedo dejar que la curiosidad me quite la palabra de la boca.

 

—¿Y me vas a castigar por ayudar a Dee? ¿Es mejor ese idiota que una trabajadora tuya?

 

—Lo es—asiente mientras sigue hablando—, porque ellos pagan mis facturas, porque sabes que el dinero lo es todo en éste lugar, porque ellas accedieron a dejar su dignidad una vez que entraron aquí, nunca se les obliga y tú sabes al igual que yo, que ellas viven de su cuerpo.

 

«Yo sólo accedo a lo que ellas saben que quieren, cómo tú.

 

—Entonces, ¿qué? ¿vas a castigarme viendo como tres extraños tienen sexo? ¿o es que eso me suena más a un premio que castigo para ti? Deja de darle vueltas al asunto, Tara. Díme que tengo que hacer para pagarte lo que perdiste y deja de joder con mi tiempo libre.

 

Sonríe a tal grado que sus dientes se ven y me dan ganas de felicitar a su dentista.

 

—No eres divertida pero bien, tienes que presentarte el lunes a esta dirección, encontrarás el vestuario en tu casillero. Dirás estás palabras, tal y como te las estoy diciendo, sabré si no lo hiciste.

 

«Vengo a darle un regalo a Andrew.

 

Detengo sus pasos antes de que llegue con los hombres que para este instante están penetrando a la mujer sin consideración alguna.

 

—No puedes hacerme esto.

 

Toma mi brazo con fuerza, sus tacones suenan en el piso de madera mientras me lleva a la puerta, la abre, me hace salir de su oficina.

 

—Si puedo y lo hago. Si no logras hacerlo puedes no volver aquí y dejar a todas esas mujeres solas, es tu decisión.

 

Al terminar la última palabra, cierra la puerta y me quedo allí estática sin saber que hacer.

Comment Log in or Join Tablo to comment on this chapter...

Capítulo 2

Van

 

En cuanto llego al apartamento sé que tengo que ir, sé que la seguridad de Dee, Grace y las demás está en mis manos, que ellas no podrán saber cuando uno de esos hombres fuera un asesino o psicópata en busca de un nuevo cadáver. Así que, dejo que la decisión que tomo se asiente en mi mente y destruya cualquier duda que se encuentra en mí.

 

«Sólo espero que los demonios no despierten»

 

Aurora se encuentra en la cocina, la música de Michael Bublé resuena en compañía de la voz de mi compañera de cuarto y amiga de la infancia. I'm Your Man hace que Aurora tararee mientras cocina algo.

 

La señal de que algo malo pasó.

 

Michael Bublé y ella cocinando no es nada bueno.

 

Dejo mis tenis en la entrada, dejo que el final de la canción me absorba mientras que camino hacia mi mejor amiga. Sonidos de recipientes de cristal y cucharas siendo movidas llenan la cocina haciendo que ella no me note por estar demasiado ocupada en lo que parece un pastel.

 

Sólo que quizás sigo siendo muy tonta en cuanto a Aurora se trata. Porque me nota en cuanto quiero robar un poco de masa de su pastel sin hornear.

 

—Te recomiendo que dejes eso, Van-Van. No quieres amanecer en tu día libre con las puntas de tu cabello quemadas y tus manos pegadas a tu almohada.

 

Retrocedo dejando que siga cantando pero esta vez con otra canción.

 

—Tranquila, Aurye. Ha sido un día duro pero dudo que comprendas lo que se vive con Tara la loca y los idiotas que van allá.

 

Suspira, mete en el horno la masa que echó en un recipiente, ajusta la temperatura y el tiempo en su celular.

 

—Si te digo por las buenas que no pruebes la masa, es porque me enoja que hagan eso. No entiendo porque tú, Tanner, Jaqueline y el estúpido de mi hermano mayor quieran meter sus sucias manos en lo que preparo. Y no, no sé cómo es tu jefa pero espero que no vuelvas a hacerlo o seré peor que todos con los que te hayas encontrado.

 

Sonríe, saca algo de detrás de su espalda y me lo da.

Lo tomo y muerdo un pedazo satisfecha.

 

«Además, todos ustedes saben que siempre tendrán algo que comer aunque no prueben la masa.

 

Asiento y sigo comiendo el panquesito que horneó para mí.

 

—¿Y qué te tiene tan triste?—le pregunto con la boca medio llena.

 

Frunce el ceño, intentando salir de la pequeña cocina pero sin éxito alguno. Tira de mi cabello para que retroceda, eso me hace abrir la boca y ella grita del asco que le da.

 

—¡VANESSA! Un día tendrás que comportarte como una mujer y yo no estaré allí. No puedo creer que sigas siendo como antes.

 

La dejo pasar, corre de inmediato para huir de mí y sigo comiendo.

 

Aurora es lo más parecido a una hermana para mí, ya que nunca tuve hermanos ella es lo más cercano a algo llamado familia. La suya me adoptó hace más de diez años, me crió como uno de sus cuatro hijos y me dió estudios. Tanto sus padres como sus hermanos son un tipo de familia pero extraño, conviví con todos pero aún cuando seguimos teniendo contacto es raro pensar que no soy mucho para ellos.

 

No como lo son ellos para mí.

 

La familia real a la que un día pertenecí, ya no existe y no deseo saber si lo siguen haciendo.

 

—Sí, un día pasará pero seguro que ese día los hombres andarán desnudos en la calle y tú tendrás muchos abdomenes que admirar, como el de esos modelos que miras en las páginas de blogs.

 

Ella sonríe y olvida la pregunta que le hice.

 

Hay días buenos entre lo que pasa con mi trabajo, hay días que por lo contrario son deprimentes, me hacen sentir como si siguiera en el pasado y no pudiera correr a ningún lado. Hoy se suponía era un buen día, pero como son más de las cinco no cuenta ya que el domingo es el día que está corriendo. No necesito llevar los recuerdos a ningún lado más que a un baúl que sólo se abre para dejarme como copiloto en mi propio cuerpo.

 

Aurora deja caer su cuerpo en el sillón blanco en forma de ele, ese que es un perfecto conjunto con los electrodomésticos y los aparatos electrónicos de ese mismo color. Los pisos y paredes de madera negra hacen resaltar cada accesorio como si perteneciera desde siempre allí, eso sin contar los incontables dibujos con diseños de la nueva línea de ropa que Aurora le hizo a su madre, Shannon.

 

Y a pesar de que ella nunca ha sabido qué hacer con lo que tiene, tengo esperanza de que algún día lo haga.

 

Su cabello es de color rubio natural, sólo que desde hace varios años lo tiñe de rojo quedando como una pelirroja delicada e hija de casa.

 

—¿Qué tienes, querida Aurye? Díme que no sufres de nuevo por esos libros tristes.

 

Suelta un suspiro, toma el control de la televisión y me ignora.

 

—No, Vanessa. No es un libro.

 

La intriga de que hay algo que no me ha dicho gana la partida contra mi voluntad y termino preguntándole qué ocurre.

 

—¿Encontraste otro hombre? ¡Admite que es Stuart! Sabía que una vez que te vió jugando boliche tenía que ir contra ti, te dije que mi sentir nunca falla. Ese chico quiere comer algo y no es ninguno de los deliciosos postres que preparas.

 

Sonríe, comenzamos a reír a carcajadas, su cara se vuelve roja por el exceso de risa en su organismo. Nos tranquilizamos y me explica sin dejar de pasar los canales hasta volver a empezar.

 

—Sí, lo es. No me va a comer ni nada, sólo quiere tomar un café conmigo. Mamá dice que debería hacerle caso o nunca tendrá nietos a los cuales consentir.

 

—Claro, porque tu madre tuvo hijos inmediatamente después de haber conocido al señor Jackson Skeen. Tú y D se llevan apenas un año y ellos no se casaron cinco años antes de tener a su querido hijo así que no te venga con sus charlas de abuela precoz.

 

Se ríe por la última frase, termina contandome sobre la cita con Stuart el chico que tiene cabello rubio, ojos grises y sonrisa de hombre correcto. Dice que fue atento y todo aquello que en algún momento las mujeres tomaron por un príncipe azul que de cierta forma las madre fijaron. Admite que siente atracción pero nada que le ayude a dar el siguiente paso porque detesta que él quiera siempre pagar todo.

 

Al escuchar eso, sólo me pone a pensar que algún día sin que ella lo entienda o vea encontrará a alguien. Porque la mayoría de hombres en su vida han sido todos unos idiotas, que sólo se fijaron en lo que podrían obtener de ella o en como podrían tenerla para tener la herencia de sus padres entre sus manos.

 

En un par de horas más nos quedamos allí comiendo y viendo un maratón de películas cómicas hasta que llega la hora de que salta por sus zapatos planos y va a trabajar. Me quedo sola en ese momento sin tener sueño a pesar de que el reloj marca ocho para las nueve, apago la televisión y busco mi celular. Desbloqueo la pantalla y busco el nombre que Tara me dio hace horas.

 

Andrew Widner.

 

El primer resultado es la página de lo que parece una empresa, la abro en una pestaña diferente mientras entro en su página de Wikipedia.

 

Tras leer varios datos en el momento en que dejo de leer sobre él sé varias cosas:

 

La primera es que tiene varias hermanas, cuyas vidas únicamente relatan las historias de las menores pero según fuentes —de la página— hay una hermana mayor que nunca ha vuelto a ver luego de cierto accidente con un hombre.

 

La segunda es que además de ser el único hijo en su familia, tiene una relación con una mujer de aquella belleza con clase que sólo ves en modelos o esposas de los hombres que van a donde trabajo.

 

La tercera es sobre su edad y lo rígido que aparece siempre en todas las fotos, la única vez que sonríe a pesar de tener treinta es cuando está con sus hermanas.

Y la última es sobre sus rasgos que le otorgan una belleza extraordinaria.

 

¿Cómo un hombre como él puede tener lazos con Tara?

 

Cierro los ojos suspirando porque ahora me encuentro más agobiada por lo que se supone que haré en unas horas. Nunca he hecho bien el desnudarme de forma sexy frente a alguien que no conozco, ni aunque en realidad los conozca porque no soy así. Y mucho menos cuando se supone él tiene una novia.

Dejo que el peso de mi decisión me haga acostarme por completo en el sillón, dejo el celular en mi vientre, me paso las manos por el cabello y el rostro.

 

«Tal vez puedas tocar un poco de su sangre si se pone rudo.

No le haría mal a nadie»

 

Esa voz que suena muy familiar me descontrola, tira mi progreso por la ventana, me tiene gritando como una loca para que se calle.

 

¿Algún día podré hacer que se callen?

¿Será posible que un día nada me persiga?

Mi mente vuelve a lo que encontré sobre ese desconocido.

¿Cómo voy a acercarme a ese hombre si él tiene una mujer en su casa que posiblemente le esté esperando con un par de deliciosos platillos y una cómoda cama?

¿Podré dejar de pensar en él?

 

Me levanto del sillón y me dispongo a hablar conmigo misma para aplacar cualquier duda que pueda duplicarse en estas horas.

¡Lo haré!

Aunque me cueste violar una de mis reglas.

Le pago al conductor del taxi que me trajo hasta la dirección, ese que no imagina la estupidez que voy a hacer por otros. Ese mismo que tampoco sabe lo que llevo debajo de esta gabardina negra porque fui lo suficiente cuidadosa como para cubrir cualquier abertura que pudiera aparecer durante el trayecto.

 

—Aquí vamos, Vanessa. Puedes hacerlo sin pensar. 

 

Cualquier persona pensaría que la dirección que Tara me dió sería una casa lúgubre con lobos apareciendo por lo lejos y habría un camino de terracería donde estarían cadáveres a los lados de ese lugar pero no, es uno hermoso que sin importar que se encuentra en la ciudad de Nueva York está repleto de árboles, de personas y tiene una puerta automática que se controla desde dentro.

 

Es un lugar digno de las postales que manda Tanner —uno de los hermanos menores de Aurora— a todos desde Francia.

Tan cuidado y cálido.

 

El aire toma fuerza desde las copas de los árboles y entra por debajo de la gabardina, comienzo a temblar y a maldecir de tantas maneras que si Aurora se entera, me haría lavarme la boca con jabón y me castigaría sin sus creaciones de repostería un año entero. Busco el espejo —que guardé en la bolsa que llevo en el hombro por si acaso— para retocar mi maquillaje que incluso cuando es más atrevido al estilo que suelo usar, no deja de ser discreto para lo que estoy a punto de hacer.

 

Una vez que reviso que todo siga en su lugar, camino con el par de tenis que deberé quitarme en unos minutos.

 

Abro la bolsa, saco los tacones que le robé a Aurora sin que se diera cuenta y los coloco en el piso antes de oprimir el botón que llamará a quien sea que pueda abrirme.

 

Antes que pueda sacar el tenis de mi pie derecho una voz suena y me asusto tanto que casi termino cayendo.

 

—¡¿Quién llama?! Si son ustedes, condenados niños del demonio, ya les hemos dicho que esto no es para jugar...

 

El hombre que aparece en la pequeña pantalla es delgado, con corte militar y lentes, viste algún tipo de traje que le podría hace verse estilizado pero que por el ángulo sólo puedo decir que no sé exactamente si se ve así o demacrado.

 

—Perdone, vengo a ver al señor Widner.

 

Sus cejas se alzan y una sonrisa socarrona me dice que así no le sonríe a los niños de los que hablaba.

 

¡Bien jugado mundo! Ahora tendré que ser servicial con los empleados antes de poder llegar con el destinatario.

 

—¿Qué deseas, muñeca?

 

Me abstengo de hacer alguna expresión que denote mi molestia ante su apodo inepto, le sonrío con lo que podría decir una mueca cálida.

 

—La cosa es que—me detengo no sabiendo si decir lo que debo en este momento, sólo que la claridad llega a mí y lo hago como Tara me instruyó—, vengo a darle un regalo a Andrew.

 

—¿Cuál es tu nombre, preciosa?

 

Aprieto mis puños en un intento de no hacer una locura y le contesto de mala gana.

 

Sophie Hall.

 

Siento sus ojos en mí, porque he mentido y ese no es mi nombre.

 

O bueno, lo es pero esa no es la forma correcta de decirlo.

Le agradezco al desconocido de mi padre por ponerme dos nombres.

 

Mira un montón de hojas, imagino que busca mi nombre, al no hacerlo habla por el radio que tenía a un lado.

 

—Pregúntale al jefe si espera a una mujer llamada Sophie Hall.

Llegan varios sonidos, música entre estos y una respuesta llega de repente.

 

—No, ella no está en la lista. Si quiere pasar tendrá que ser otro día, está ocupado ahora.

 

La sonrisa del hombre de seguridad da a entender —aún cuando sólo lo puedo mirar por la pequeña pantalla— que está en “compañía” de otras personas. Las que mis pensamientos dibujan con curvas sugerentes.

 

—No puedes pasar, lo siento señorita Hall. A menos que quiera darme el regalo a mí, no creo que sirva de nada el que haya caminado por aquí.

 

Mi poca paciencia se agota, no por mí.

Escucho sus risas y mi amabilidad termina en ese justo momento.

 

—Lo único que tendrá usted es una patada en el culo. Aunque claro, siempre puede existir una posibilidad de que le guste el sexo anal y yo puedo recomendarle algo que con gusto puede ayudarle con su problema.

 

—No es bienvenida aquí. Ni ahora ni nunca.

 

Antes que corte la comunicación, veo su enojo y sonrío.

 

El muy estúpido creyó que era la mujer del principio.

 

Sigo riendo hasta que me salen lágrimas, me comenzó a recomponer dispuesta a irme.

 

Es cuando se abre la reja negra, un auto aparece, esperando que salga me hago a un lado, sin embargo, sólo se queda a un lado mío. La ventanilla baja y un hombre con el cabello mitad cano, mitad negro parece llamarme.

 

—¿Señorita? Necesito que entre al auto.

 

Las dudas aumentan cuando la puerta se abre y me pregunto dónde me he metido.

¿Y si me matan y no dejan rastros? ¿Qué pasa con Aurora y mi trabajo?

 

«¿Usted es la señorita Hall?

 

—Lo soy.

 

—Necesito que suba a mi lado, el señor Widner la espera dentro.

 

Espera, ¿qué?

Se suponía que no podría entrar.

 

—¿Es esto un juego? Si me han dicho que no puedo entrar nunca, haga el favor de no tomarme el pelo con semejantes contradicciones.

 

Observo una sonrisa queriendo quitar esa mueca fría en su rostro. Le divierte lo que digo.

 

—No es una broma, hubo un malentendido y el señor Widner le atenderá personalmente. Necesito que entre para llevarla a donde está. Confíe en mí, no le haremos nada.

 

El hombre que más o menos tiene cuarenta y cuatro años me mira con respeto y amabilidad, tiene rasgos angulosos, un porte adecuado de algún príncipe por el que Aurora saltaría de un acantilado y dejaría a ese personaje del libro que le encanta. Pero además de todo eso, tiene una mirada que me hace confiar en él.

 

En cierto modo me figura la imagen de un padre, con un matrimonio perfecto y feliz. Un hombre sobre protector que no duda para darle una paliza a los chicos que quieren a su hija.

 

—Espero que no lo sea…—dejo un espacio para que me diga su nombre, él asiente y me lo dice mientras subo al auto cerrando la puerta.

 

—Puede llamarme Joseph, señorita Hall.

Asiento, le corrijo sobre mi nombre.

 

—Llámeme Vanessa, Joseph. Por alguna extraña razón te tengo confianza, no entiendo porque pero lo hago y mi confianza no se gana muy fácilmente, por lo tanto debe de llamarme por mi nombre real pero no se lo diga a nadie, ¿quiere? No soy quien te paga para que tengas que llamarme así

 

Sonríe pero esta vez miro un brillo en sus ojos, antes no estaba.

 

—Muy bien, Vanessa. Vamos a su destino.

 

El auto arranca mientras el conductor sigue un camino de piedras, entre muchos árboles que ni en mi vida había visto. Junto a estos hay una gran variedad de flores y árboles de frutos que desconocía. No tardamos ni cinco minutos en llegar, Joseph se ha adelantado y tiene abierta la puerta para que baje.

 

Sólo que tengo miedo de ver al hombre detrás de esas paredes.

 

No puede ser como Joseph.

Porque si fuera así, no podría resistirme.

Doy un paso fuera, cierra detrás de mí para empezar a caminar hacia la entrada de ese lugar, lo sigo porque es posible que me pierda.

Comment Log in or Join Tablo to comment on this chapter...

Capítulo 3

Comment Log in or Join Tablo to comment on this chapter...
~

You might like Aura Reed's other books...